Specula Revista de Humanidades y Espiritualidad

Buscador

VALORES Y ESPIRITUALIDAD RENACENTISTAS EN LA ESCUELA DE GUARINO DE VERONA

RENAISSANCE VALUES AND SPIRITUALITY IN THE GUARINO SCHOOL OF VERONA

Alfonso Lombana Sánchez1

Fechas de recepción y aceptación: 20 de diciembre 2023 y 11 de enero 2024

DOI: https://doi.org/10.46583/specula_2024.10.1137

Resumen: El artículo examina el humanismo del siglo XV, con un enfoque particular en la influencia de los valores cristianos. La investigación se centra en la escuela de Guarino de Verona, en Ferrara, que desempeñó un papel crucial en la formación de destacados humanistas. Se analizan la visión pedagógica de Guarino, sus prioridades educativas y, especialmente, el impacto de sus enseñanzas en tres de sus alumnos destacados: Battista Guarino, Ludovico Carbone y Jano Panonio. Se toma la elegía 30 de este último como ejemplo, explorando sus reflexiones sobre el alma. En última instancia, el artículo concluye que la escuela de Guarino de Verona fue un centro fundamental para la promoción de valores durante el Renacimiento, subrayando la importancia de comprender más a fondo este legado.

Palabras clave: Guarino de Verona, Pedagogía, Humanismo cristiana, Jano Panonio.

Abstract: The article examines humanism in the 15th century, with a particular focus on the presence of Christian values. The study focuses on Guarino da Verona’s school in Ferrara, a pivotal institution that educated numerous humanists. The analysis explores Guarino’s pedagogical vision, his educational priorities and, in particular, the impact of his teachings among three outstanding students: Battista Guarino, Ludovico Carbone and Janus Pannonius. Taking the latter as an example, Elegy 30 is examined in light of Pannonius’ reflections on the soul. The article concludes that Guarino da Verona’s school played a central role in promoting Renaissance values that require further understanding.

Keywords: Guarino of Verona, Pedagogy, Christian Humanism, Janus Pannonius.

1. INTRODUCCIÓN

El “humanismo” del siglo XV tiene la paradójica singularidad de que no necesariamente “habla” de cristianismo. Las obras de grandes personalidades como Enea Silvio Piccolomini (papa Pío II de Roma) o Jano Panonio (obispo de Pécs), por solo citar dos ejemplos, no abrigan apologías ni compendios religiosos al estilo de aquellos de Anselmo de Canterbury o Tomás de Aquino. Muy al contrario, en su haber literario aparecen obras como Cynthia en el caso del primero o poesía lasciva epigramática en el caso del segundo, lo cual en cierto modo sugiere preguntarse: ¿qué hacen un papa y un obispo escribiendo poesía erótica?

En el caso de Jano Panonio, por ejemplo, autores como Marianna Birnbaum (1981, p. 96) vieron precisamente en estos poemas eróticos y en la ausencia de una obra más dogmática una humanismo laico y agnóstico. Estas afirmaciones, no obstante, contradicen hechos evidentes, y es que en el caso de las dos personalidades arriba citadas, a cuya lista se podrían añadir otros muchos humanistas más, nos enfrentamos a auténticas figuras públicas de la Iglesia cuya fe quizás no motivó una actividad dogmática ni apologética, pero sí una forma de vida cristiana. El presente artículo, por lo tanto, promueve una investigación para intentar entender mejor la idiosincrasia del humanismo “cristiano” del siglo XV a partir de la escuela de Guarino de Verona, en Ferrara, y a través de uno de sus más relevantes alumnos: Jano Panonio.

2. LOS VALORES CRISTIANOS RENACENTISTAS

Las creencias de los autores renacentistas del siglo XV se transmitieron a través de su conocimiento profundo de las fuentes clásicas y de la literatura cristiana antigua. Entender la fe humanista desde nuestra perspectiva actual, por lo tanto, pasa por suponer un proceso de interiorización en el estudio, en búsqueda de respuestas para las grandes cuestiones de fe. El humanista cristiano, por tanto, no escribe sobre la fe, sino que lee sobre la fe.

Por lo que concierne a las fuentes de autores clásicos no cristianos, las lecturas se centraron siempre en aquellas obras en las que los motivos romanos resultaron más compatibles con la espiritualidad cristiana. Así, autores clásicos como Cicerón o Virgilio fueron leídos con ahínco. Junto a ellos, sin embargo, otros más “ambiguos” en su fe, tales como Macrobio o Claudiano, ocuparon un lugar preeminente. La fe de estos ha despertado en muchos casos las dudas acerca de si fueron o no cristianos, tal y como reflexionaron Navarro Antolín (2006, p. 7) en el caso de Macrobio, o Cameron (1970) y Castillo Bejarano (1993, pp. 85ss) en el de Claudiano. Esta ambivalencia, en cualquier caso, parece haber despertado un gran interés en el siglo XV.

Por lo que concierne a las fuentes cristianas, es importante apuntar que entre los textos más leídos en las escuelas del XV, además de Agustín de Hipona, estaban las obras de los primeros Padres, especialmente aquellas que miraban al cielo e interpretaban la historia del alma, tales como Sobre el alma de Tertuliano, Trifón y Apología de Justino, Contra Celso de Orígenes o Diálogos de Gregorio.

La mirada al panteón grecolatino ocupó también mucho a los humanistas, y un ejemplo fehaciente es la obra Genealogía de los dioses de los gentiles, de Giovanni Boccaccio. Aquí, sin embargo, Boccaccio no se aproximó a los dioses grecolatinos buscando una fe alternativa a la cristiana, sino más bien como consecuencia de inquietudes poéticas y una curiosidad filológica, y con su investigación creó un manual del que se sirvieron todos los humanistas posteriores (Bull, 2005, p. 22). Pars pro toto, la dedicación de Boccaccio a los dioses de Grecia y Roma sirve para entender lo que tantos otros harían posteriormente. En este sentido, la intención fue doble: por un lado, fue un gesto de creación poética, muchas veces de colorido pedagógico, de ahí su obsesión por realzar lo efímero de los mitos y las irremediables muertes de los dioses clásicos (Hyde, 1985, p. 737); por el otro, con esta indagación expuso el profundo deseo de confrontar antiguos y modernos (Hyde, 1985, p. 742).

El rescate del panteón clásico, por lo tanto, hay que verlo en aquella misión que se encomendó Petrarca en su Africa: “Ese hombre llamará de vuelta a las prófugas musas con su poesía en el fin de los tiempos y restituirá a las antiguas Hermanas del Helicón, a pesar de diferentes revueltas y agitaciones” (Petrarca, 2007, Lib. 9, vv. 222-225). La búsqueda, por tanto, no es tanto una indagación teológica ni un cuestionamiento del cristianismo, sino más bien la reacción poética ante lo que se tenía por una necesidad, que era recuperar el pasado. Y así se siente cuando analizamos con detalle la contribución de uno de los maestros de escuela más importantes del siglo XV: Guarino de Verona.

3. EL EJEMPLO DE GUARINO DE VERONA

Guarino de Verona (1374-1460) es una personalidad imprescindible para entender el humanismo del siglo XV, reorientó la pedagogía de su siglo (Sabbadini, 1896a, p. 37) y fue tenido, aún en vida, por el “el maestro de toda su generación”, como dijo de él Enea Silvio, el papa Pío II (Pío II et al., 2003, p. 103). En su larguísima vida, pues murió casi nonagenario, fue uno de los protagonistas del día a día de humanistas, políticos y pensadores del siglo XV. Así, han pasado a la historia algunas de sus disputas, como aquella que tuvo con el Conde de Carmagnola (Sabbadini, 1896b) o con Poggio Braccolini acerca de César y Escipión (Canfora, 2001).

Se le recuerda asimismo por sus traducciones, especialmente de Plutarco (Vidas), Aristóteles (Retórica), Teócrito (Idilios) e Isócrates (Discursos). En lo que concierne a las traducciones, Grillone (2022) ha demostrado recientemente el profundo interés que tiene analizarlas, especialmente por el trabajo de crítica textual que hay detrás. Guarino trabajó los textos de una forma rigurosa, tratándolos con exigencias casi propias de la crítica textual más reciente, tal y como lo han demostrado Sabbadini (1886) al estudiar su contribución al estudio de Celso y Plauto, o más recientemente Marcotte (2019) en relación con sus lecturas de Estrabón. Asimismo, creó una importante biblioteca y promovió una relevante colección de textos griegos (Diller, 1961; Thomson, 1976). Al analizar la biblioteca de Guarino, sorprende que las obras que más le interesaran no fueran las más famosas de la Edad Media, como incluso llegó a explicar en una carta a su hijo en 1452, despreciando los epigramas de Próspero de Aquitania, el Ditoqueo de Prudenio o la Chartula (Guarino, 1915-1919, Ep. 862, 20-31); “sus obras” fueron precisamente las de otros autores clásicos, tal y como explicó su alumno Ludovico Carbone (1976, p. 390-394), entre los que figuraron Prisciano, Servio, Cicerón, César, Livio, Quintiliano, Virgilio o Juvenal, además de las obras de los primeros Padres. A esta lista de nombres, Jano Panonio añadió el nombre de Homero (Pannonius, 2018, vv. 584-612).

Los intereses de Guarino, por tanto, marcaron la que podemos considerar como su actividad más importante: su labor como docente. Tras muchos años itinerante, Guarino acabó en Ferrara como maestro de la familia de Este y, allí, logró crear su propia escuela y asentar las bases para formar a toda una pléyade de humanistas conforme a sus prioridades.

3.1. La educación de Guarino: prioridades

Para la historia de la enseñanza, a la vista de los avances y descubrimientos del siglo XIV, el siglo XV supuso un auténtico giro copernicano. En primer lugar, diferentes escuelas se instauraron como centros del saber y como auténticas “fábricas” de humanistas. Y, en segundo lugar, el conocimiento de originales griegos y latinos dio una dimensión completamente diferente a los planes de formación.

La pedagogía renacentista sigue siendo un ámbito que merece ser estudiado con más detalle, y más concretamente aún, el ejemplo de la escuela de Guarino de Verona. Garin (1957, p. 140), incluso, incidió en la necesidad de ahondar en esta doctrina pedagógica para intentar aprender de ella. La materialización de los criterios que persiguió Guarino fueron expuestos de forma pionera por Rosmini (1805) y Sabbadini (1896a). Sus valores, muy resumidamente, coincidían con la mentalidad clásica de la educatio, entendida esta, según Grafton y Jardine (1982, p. 53ss), como un doble reto: crear un nuevo tipo de “persona”, un humanista, en definitiva, y, por otro lado, dotarlo de unas bases y herramientas literarias que no olvidara nunca.

Grafton y Jardine (1982, pp. 61ss), a partir del tratado de Battista Guarino (2002) y de algunos testimonios epistolares (Guarino 1915-1919), lograron desgranar el día a día en Ferrara y explicaron bien el método en sí, que combinaba oralidad con escritura; igualmente, propusieron el corpus de obras literarias usadas en clase, describieron el sentir “romano” de la cultura que promulgó Guarino y, además, indagaron en el uso “puro” del latín para el que desarrolló toda una metodología.

Las enseñanzas de Guarino, además, se extendieron al estudio profundo de la literatura griega. Por ello, es importante apuntar que en su escuela se leyó toda la Antigüedad clásica: no solo la latina, tanto clásica como medieval, sino también la griega clásica. De este modo, dado que el griego era en el siglo XV todavía una lengua bastante desconocida, los alumnos de Guarino pudieron haber sido los primeros humanistas en conocer bien los textos de Diógenes Laercio, Jenofonte o Polibio, además de otros muchos autores próximos al neoplatonismo, que él mismo coleccionaba en su biblioteca (Diller, 1961, p. 317-321; Thomson, 1976).

Más allá del estudio de los textos, sin embargo, no se ha terminado de establecer en este sentido una línea de investigación lo suficientemente profunda que valore lo mucho que procuró Guarino con sus enseñanzas: promover una forma de educación basada en el cuidado modélico de la virtud y en las devociones diarias, siempre en la tradición cristiana. El reto de Guarino, y así lo sugiere Carbone (1976, p. 408), fue el de formar como un padre a humanistas que, sin dejar de admirar el pasado, crecieran en los supuestos valores renacentistas en que él creía y según los cuales vivía. Tal constatación, en términos concretos para nosotros, se traduce en la necesidad que tenemos de ir más allá de entender el modus operandi de su escuela para valorar también cuáles fueron sus prioridades y, en suma, su “espiritualidad”.

3.2. La educación de Guarino: fuentes

Los valores cristianos de la educación de Guarino son difícilmente justificables en las fuentes. Guarino fue autor de obras teóricas propias, pero estas versan únicamente sobre aspectos muy puntuales de la lengua latina. Es decir, carecemos de una obra propia y sistemática que explique el funcionamiento de su propia pedagogía.

El único momento donde podemos encontrar a Guarino escribiendo acerca de su propia visión es en sus epístolas (Guarino, 1915-1919), dirigidas a casi todos los humanistas de su tiempo. Aquí, siempre que se refiere al papel del profesor, lo hace incidiendo en su voluntad de alcanzar la excelencia moral y de la virtud. Ahora bien, precisamente los años de su escuela en Ferrara son los que menos cartas presentan, de ahí que precisamente su mayor logro, paradójicamente, es el que peor documentado está.

Una buena aproximación a la fe de Guarino puede venir del escudriñamiento de sus autores preferidos. Posiblemente la formación en griego de la que disfrutó despertó en él la necesidad en “formar” en las humanidades clásicas y en los valores de virtud. En este sentido, su aprecio por las obras de Isócrates y Plutarco (Grafton y Jardine, 1982, p. 53) sugiere los intereses del propio Guarino por educar en la virtud. Rosmini (1805, pp. 139ss), además, dio apuntes importantes acerca de las enseñanzas que impartió sobre san Agustín, así como en las lecturas que hizo en clase de Cipriano y Lactancio. Asimismo, habló a sus alumnos de Basilio el Grande, de Celio Sedulio y de Zenón de Verona. Birnbaum (1996, p. 96) incidió en que Justino fue uno de sus autores preferidos. Su alumno Carbone (1976, p. 400), por su parte, ensalzó que mantuvo igualmente durante toda su vida una estrecha relación con grandes hombres de fe, discípulos suyos, tales como Bernardino de Siena o Alberto de Sarteano.

De todas estas lecturas y relaciones, sin embargo, no hay fuentes que expliquen cómo las trabajó y, sobre todo, qué pensaba de ellas. Por ello, esta carencia nos obliga a estudiar su espiritualidad a través de otros, y en este sentido hay tres obras de notable relevancia: un tratado de su hijo Battista Guarino, el panegírico de Jano Panonio y la oración fúnebre de Carbone.

En primer lugar, en el breve tratado que escribió su hijo Battista Guarino, titulado De ordine docendi et studendi (2002), quedaron referidos los métodos de la filología y enseñanza de Guarino, haciendo hincapié en su voluntad de educar. Según este tratado, el latín y el griego son las bases de toda formación, si bien añade como elementales los conocimientos de retórica, que considera esenciales para la comunicación y persuasión. En la enseñanza, asimismo, es muy relevante la figura del maestro en tanto que modelo y ejemplo moral para sus alumnos, siendo censurables aquellos maestros que no son virtuosos. El resto del tratado recomienda las tareas del día a día y aboga por una pedagogía que hoy llamaríamos “centrada en el alumno”, apoyando el desarrollo de las habilidades personales de cada cual tanto en competencias específicas como en lo referente a un crecimiento moral.

La segunda gran obra que tenemos para conocer a Guarino es el panegírico que le dedicó su discípulo Jano Panonio (1988; 2018, pp. 155-214). Este Panegyricus praeceptori Guarino se trata, quizás, de la obra más conocida y mejor transmitida de Jano Panonio. El texto, divido en prefacio (36 versos) y parte central (1073 versos), es de inspiración claudiana (Huszti, 1931, p. 80; Feniczy, 1943) y está escrito para alabar y recordar a su maestro. No es una obra de madurez, pero, aun así, “el poema está tan bien planeado y escrito, y sus virtuosismos son tales que es difícil no admirarlo” (Pannonius y Thomson, 1988, p. 8). Por momentos, el texto se vuelve enrevesado y exaltado, pero en su conjunto, arroja una buena visión acerca del maestro y de su escuela, así como de la admiración inconmensurable que el joven húngaro sintió hacia él. Según Jano Panonio (Pannonius et al., 2018) en este panegírico, Guarino fue el mejor por su sabiduría y sus enseñanzas (vv. 40-87), y enseñó a sus alumnos latín mejor que nadie, algo por lo que siempre, todos ellos, le tributarán su eterno agradecimiento (vv. 188ss; 367ss). Ahora bien, a la hora de deshacerse en elogios, hasta en tres ocasiones diferentes insiste en que Guarino fue modélico en su moral (vv. 382-385, 612-622, 701-702). En este sentido, además, se elogia explícitamente la virtud de Guarino, se alaba su plan de trabajo (vv. 580ss) y se rememora que cada jornada comenzaba con las devociones diarias (vv. 585s). Algunos ejemplos de su grandeza, dice el Panonio, eran constatables también en su vida generosa, en su frugalidad en la mesa y en su piedad (vv.854-919).

Y, en último lugar, la tercera obra más importante para entender la espiritualidad de Guarino es la oración fúnebre que le dedicó Ludovico Carbone (1976). El resumen que hace el discípulo del maestro es que todos sus escritos y preceptos abogaron por una vida honesta y feliz, y que Guarino “sabía que nosotros cristianos teníamos que leer de un modo diferente al que lo hacían los antiguos, que no conocían a Dios” (Carbone, 1976, p. 400). Así, al hilo de esta reflexión, explica que a las lecciones de Guarino asistían también religiosos, clérigos y amigos de Dios. Y, en lo que concierne a su vida privada, rememora la vida cristiana que practicó en su casa, al lado de su piadosa mujer Tadea y de sus muchos hijos (Carbone, 1976, p. 404). Por último, en lo referente a los estudios, incide en la importancia que daba a los estudios del alma, especialmente a partir de Platón, Jenofonte y Cicerón, pero también a partir de la “filosofía cristiana” y de la teología, incidiendo precisamente en la inmortalidad del alma y el ascenso de los virtuosos a los otrora “elíseos” (Carbone, 1976, p. 414).

Battista Guarino, Jano Panonio o Ludovico Carbone son pues autores y discípulos que abrigaron las enseñanzas de Guarino. La escuela de Guarino formó a múltiples humanistas, tal y como ha enumerado el importante catálogo que estableció Carbone (1976, pp. 396-400) o el Panonio (2018, vv.473-505; 623-650). Analizar las obras de muchos de estos autores, aún en manuscritos, sigue siendo una prioridad para entender mejor a Guarino y, por ende, el humanismo cristiano. En muchos de estos casos, las formas de vida y las obras que escribieron estos discípulos son una literatura por la que las enseñanzas de Guarino parecen hablar en primera persona y que es necesario escuchar.

4. EL EJEMPLO DE JANUS PANNONIUS: LA ESPIRITUALIDAD LLEVADA A LA PRÁCTICA EN LA ELEGÍA 31

Jano Panonio fue uno de los discípulos preferidos de Guarino de Verona. Según cuenta Antonio Bonfini (1936, 4,3,104), Guarino resaltó de su alumno que parecía un ateniense hablando griego y un romano hablando latín. Asimismo, en una recomendación a Francisco Barbaro, dijo de él que “este Jano, un estudiante extranjero mío, que es de raza panónica, pero de formas italianas, es un alumno admirable y fabuloso. Dale la bienvenida en tu círculo” (Guarino, 1915-1919, Ep. 870, 32-34).

La admiración del joven Jano Panonio por su maestro, por otro lado, llegó hasta el punto de la redacción del emotivo panegírico citado en el capítulo anterior. Por todo ello, cabe pensar que el Panonio entendió bien a su maestro y, en suma, pudo practicar una vida muy similar a la suya.

La formación de Jano transcurrió entre Ferrara, con Guarino (1447-1454) y Padua, donde se doctoró en Teología (1454-1458). A su regreso a Hungría, en el año 1458, Jano Panonio fue proclamado obispo Juan III de Pécs. En la órbita del rey Matías Corvino ejerció como asesor, canciller y, además, emisario de la Corona de Hungría ante Roma en una embajada en 1465 en la que pronunció dos discursos de gran impacto para la historia de Hungría (Lombana Sánchez, 2023b).

Ahora bien, a pesar de su relevancia en la vida eclesiástica del momento, la obra del Panonio, como sucede en la de Guarino, apenas tiene versos en los que resuenen ecos de su cristiandad (Lombana Sánchez, 2023a, p. 3). Más allá de una reflexión en el epigrama 49 en la que declara la regla de oro (Lc 4,24) como la forma idónea de vida, o en la elegía 24, donde sentimos una espiritualidad eminentemente cristiana, el resto de obras apenas deja entrever su fe. Es más, todos los demás textos del Panonio no solo no hablan de cristianismo, sino que además están repletos de referencias mitológicas, poesía erótica e, incluso, posibles críticas a la Iglesia.

La fe de Jano Panonio, por todo ello, ha despertado discusiones (Lombana Sánchez, 2023a, pp. 4ss). Ahora bien, de todos los que analizaron este aspecto de su obra, quizás el más rotundo fue József Huszti, quien dijo que “hay una fe cristiana vibrante detrás de estas formas y apariencias a menudo paganas” (Huszti, 1931, p. 260).

Huszti (1931, p. 260) detectó la influencia neoplatónica en el Panonio, lo cual encaja bien con todas las tendencias platonizantes en la corte de Matías (Huszti, 1924-25; Pajorin, 1999) y, en suma, con las reflexiones que Guarino propuso a sus discípulos. Así, el conocimiento de las discusiones acerca de la eternidad del alma motivó la elegía 30, donde la inspiración macrobiana se mezcla con la espiritualidad cristiana (Jankovits, 2003; Pál, 2008; Lombana Sánchez, 2023a).

La elegía 30 (Pannonius, 2014) está dividida en tres partes que se corresponden a pasado, presente y futuro (Pál, 2008, p. 14). En ella, el Panonio recorre casi sistemáticamente la tradición clásica y cristiana de las almas, su eternidad y su presencia en los cuerpos. El yo lírico, hablando del alma (“mens”, El. 30, v. 1), explica que esta desciende y llega sin recuerdo al cuerpo, pasando por diferentes esferas hasta habitarlo. Si bien la encarnación sucede conforme a Macrobio, con la llegada del alma se deposita en el cuerpo la inteligencia, lo cual es una idea que, quizás, podría remontarse en el caso de Panonio a sus lecturas de Sinesio de Cirene (Hym. 1, 564-559). La corporeidad descrita, asimismo, tiene una noción agustina, pues del cuerpo se habla como de una “tenue cárcel” (El. 30, v. 20), esto es, como de un objeto temporal en el que se refleja el pecado del alma (Ag. Civ. dei, 14,3,2), lo cual es a su vez el peligro del cuerpo enfermo (Ag. Civ. Dei, 14,3,1).

La preocupación por el devenir del alma, por tanto, aunque tiene una inspiración inicialmente macrobiana, sugiere lecturas de los primeros Padres, de pensadores inspirados por el platonismo y, en definitiva, de esta disputa en torno a la compatibilidad de entender desde la fe cristiana la historia de las almas que ocupó tanto a los primeros cristianos (López Salva y Herrero de Jáuregui, 2011) como al propio Guarino (Carbone, 1976, p. 410). Por lo tanto, esta elegía 30 podría ser una reacción a aquellas discusiones que, tratadas en la escuela de Guarino, quizás también versaron sobre las reflexiones al respecto del alma de Orígenes (Cels., 1,20 o 1,32), de Tertuliano (Sobre el alma, 22,2; 29,1.22) o de Justino (Trifón, 6,1; Apología, 18,6).

Por todo ello, la elegía 30 de Jano Panonio es una respuesta más a ese profundo ejercicio de indagación llevado a cabo por todos los humanistas y su búsqueda en las fuentes de una espiritualidad cristiana compatible con los valores de la virtud grecorromana. Y, en términos concretos, el posicionamiento de un humanista cristiano formado en la escuela de Guarino. Así, no sorprende que Jano Panonio fascinara tanto a la Italia de su tiempo precisamente por su virtud. Cuando Vespasiano da Bisticci se encontró con él en 1465, resaltó por encima de todo que era un joven “de hermosa presencia y maravillosas costumbres”, así como que “era ajeno a cualquier vicio y pleno de toda virtud [...]. Tal era la fama de su virtud que no solo se conocía en aquel estudio, sino que por toda Italia no se decía otra cosa de este joven” (Vespasiano da Bisticci, 1859, p. 222).

5. CONCLUSIÓN

Llegados a este punto, se pueden extraer de todo lo dicho dos conclusiones principales.

En primer lugar, que el humanismo bebe de la Antigüedad clásica desde una perspectiva cristiana. La ausencia de compendios de fe en los catálogos de obras de los grandes humanistas como Enea Silvio Piccolómini o Jano Panonio, o incluso en el caso del propio Guarino de Verona, no debe llevar en ningún momento a pensar que su vida fuera ajena o contraria a la fe cristiana. Muy al contrario, precisamente las fuentes que se perciben en sus obras y en sus estudios atestiguan su profunda espiritualidad, y es ahí donde hemos de encontrar su fe. Ahora bien, la espiritualidad renacentista, aún necesaria de una exploración mayor, tiene una gran singularidad, y llegamos así a la segunda conclusión: el humanismo cristiano hace énfasis en la educación y en la moralidad, antes que en la exposición dogmática o sistemática de la fe. La escuela de Guarino es ejemplo de todo esto, donde por encima de los menesteres propios de una academia, la virtud y la vida modélica se convirtieron en el modelo a seguir. Prueba de ello son las descripciones que hicieron de esta institución dos de sus discípulos, Carbone o Panonio, donde la virtud del maestro prima por encima de todo. O, en el caso del Panonio incluso, la aplicación stricto senso de una vida plena de virtud como la de su maestro.

6. FINANCIACIÓN

Este estudio se enmarca en el proyecto FLOR-JP (financiado por la acción europea UNA4CAREER), que pretende recuperar y poner en valor la obra de Janus Pannonius, de quien conservamos en España una parte importante de su legado manuscrito. Este proyecto ha recibido financiación del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea en el marco del acuerdo de subvención Marie Sklodowska-Curie n.° 847635.

BIBLIOGRAFÍA

Birnbaum, M. (1981). Janus Pannonius, Poet and Politician. Jugoslavenska Akademija Znanosti i Umjetnosti.

Birnbaum, M. (1996). The Orb and the Pen: Janus Pannonius, Matthias Corvinus, and the Buda Court. Balassi.

Bonfini, A., Fógel, I., et al. (eds.). (1936). Rerum Ungaricarum Decades. Teubner.

Bull, M. (2005). The Mirror of the Gods, How Renaissance Artists Rediscovered the Pagan Gods. Oxford UP.

Cameron, A. (1970). Claudian. Poetry and Propaganda at the Court of Honorius. Clarendon.

Canfora, D. (2001). La controversia di Poggio Bracciolini e Guarino Veronese su Cesare e Scipione. Leo S. Olschki.

Carbone, L., Garin, E. (ed.) (1976). Oratio habita in funere praestantissimi oratoris et poetae Guarini Vernonensis. En L. Garin (ed.) Prosatori latini del Quattrocento. Eunaudi, 382-417.

Castillo Bejarano, M. (1993). Prólogo. En Claudiano, Castillo Bejarano, M. (ed.), Poemas I. Gredos, 7-117.

Diller, A. (1961). The Greek Codices of Palla Strozzi and Guarino Veronese. Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 24 (3-4), 313-321. https://doi.org/10.2307/750800

Feniczy, G. (1943). Claudius Claudianus és Janus Pannonius panegyricus költészete. Pázmány P. Tud. Egyetem Latin Filológiai Intézete.

Garin, E. (1957). L’educazione in Europa, 1400-800. Laterza

Grafton, A. T., y Jardine, L. (1982). Humanism and the School of Guarino: A Problem of Evaluation. Past y Present, 96, 51-80.

Guarini, B., Piacente, L. (ed.) (2002). La didattica del greco e del latino. De ordine docendi ac studendi e altri scritti. Edipuglia.

Guarino Veronese y Sabbadini, R. (1915-1919). Epistolario di Guarino Veronese: raccolto, ordinato, illustrato da Remigio Sabbadini. Deputazione Veneta di Storia Patria.

Grillone, A. (2022). La traduzione latina del “Nicocles” isocrateo di Guarino Veronese Introduzione, edizione critica e commento. De Gruyter.

Huszti, J. (1924-25). Platonista torekvesek Matyas kiraly udvaraban. Minerva, 3-4, 153-222.

Huszti, J. (1931). Janus Pannonius. Janus Pannonius Társaság.

Hyde, T. (1985). Boccaccio: The Genealogies of Myth. PMLA, 100(5), 737-745. https://doi.org/10.2307/462094

Jankovits, L. (2006). Plato and the Muses at the Danube: Platonic Philosophy and Poetry in Janus Pannonius Ad Animam Suam. En R. Schnur, P. Galand- Hallyn (eds.), Acta Conventus Neo-Latini Bonnensis: Proceedings of the Twelfth International Congress of Neo-Latin Studies, Bonn, 3-9 August, 2003. Arizona Center for Medieval and Renaissance Studies, Tempe, 379-387.

Lombana Sánchez, A. (2023a). Acerca de la espiritualidad de Jano Panonio. Revista española de Teología, 83(1), 79-92.

Lombana Sánchez, A. (2023b). Fortiter in fide. Cypress.

López Salva, M., y Herrero de Jauregui, M. (2011). La transmigracion en el cristianismo primitivo. En A. Bernabe, M. A. Santamaría y M. Kahle (eds.), Reencarnacion. La transmigracion de las almas entre Oriente y Occidente, Abada, 385-416.

Navarro Antolín, F. (2006). Prólogo. En Macrobio, Navarro Antolín F. (ed.). Comentario al Sueño de Escipión de Cicerón. Gredos, 1-124.

Marcotte, D. (2019). Éditer Strabon, de Guarino Veronese à François Lasserre. La tradition humaniste et le palimpseste. Bulletin de l’Association Guillaume Budé, 1(1), 49-78. https://doi.org/10.3406/bude.2019.7276

Pajorin, K. (1999). Ioannes Pannonius e la sua lettera a Marsilio Ficino. Verbum: Analecta neolatina, 1, 59-69.

Pál, J. (2008). L‘immortalità dell‘anima e Ad animam suam di Giano Pannonio. Nuova Corvina, 20, 143-151.

Pannonius, J., Mayer, Gy. et. al. (eds.) (2014). Iani Pannonii opera quae manserunt omnia. Vol. 2. Elegiae. Fasciculus 1. Textus. Balassi.

Pannonius, J., Mayer, Gy. et. al. (eds.) (2018). Iani Pannonii opera quae manserunt omnia. Vol. 3. Carmina epica. Fasciculus 1. Textus. Balassi.

Pannonius, J. y Thomson, I. (ed.) (1988). Humanist pietas: The panegyric of Ianus Pannonius on Guarinus Veronensis. Research Institute for Inner Asian Studies.

Petrarca, Huss, B. y Regn, G. (eds.) (2007). Africa. Dieterich’sche Verlagsbuchhandlung.

Pío II, Meserve, M. y Simonetta, M. (eds.) (2003). Commentaries. Vol. I. Books I-II. Harvard University Press.

Rosmini, C. de’. (1805). Vita e disciplina di Guarino Veronese e de’ suoi discepoli: libri quattro. Nicoló Bettoni.

Sabbadini, R. (1886). Guarino veronese e gli archetipi di Celso e Plauto. Raffaello Giusti.

Sabbadini, R. (1896a). La scuola e gli studi di Guarino Guarini Veronese: (con 44 documenti). F. Galati.

Sabbadini, R. (1896b). Guarino veronese: e la polemica sul Carmagnola. Tipo-litografico Fratelli Visentin.

Thomson, I. (1976). Some Notes on the Contents of Guarino’s Library. Renaissance Quarterly, 29(2), 169-177. https://doi.org/10.2307/2860463

Vespasiano da Bisticci, Mai, A. (ed.). (1859). Vite di uomini illustri del secolo XV. Barbera, Bianchi e. Comp.

_______________________________

1 ORCID: 0000-0002-2982-544;. Mail:alombana@ucm.es. Universidad Complutense de Madrid, España. Avda. Séneca s/n, 28040 Madrid.