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Meditaciones, anticipaciones y prolongaciones del diario de viaje por el Mediterráneo, de J. Marías

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Resumen

Notas de un viaje a Oriente, el Diario del Crucero por el Mediterráneo que realizó el joven Julián Marías en 1933, durante sus años de estudio en la Facultad de Filosofía de la Universidad Central de Madrid, que constituye la reedición en tiempos recientes de su primer texto publicado, ha merecido algunas reseñas académicas. Este artículo se propone analizar, primeramente, hasta qué punto el joven Marías había ya interiorizado a sus 19 años la técnica filosófica aprendida de su maestro Ortega y Gasset, reflejada en su manera de mirar la realidad y estructurarla metafísicamente, así como en su propio estilo, animado espléndidamente por la metáfora.

             Se mostrará asimismo cómo los temas principales de las Notas enlazan con los desarrollos posteriores. Hay un hilo de continuidad entre la manera de comprender la herencia helénica aquí y lo escrito en su obra Historia de la filosofía, así como lo hay entre su reflexión juvenil sobre la temporalidad con la de Antropología metafísica

Citas

“Agustín medita/ en la tarde clara./ Entre árboles negros,/ la arena dorada/ que incendia el Poniente;/ la tristeza vaga/ por el mar lejano,/ por la austera playa,/ por el aire fino/ que riza las aguas./ Agustín medita,/ la cabeza baja./ El Sol se despeña,/ sangriento, a sus espalda;/ el mar se oscurece;/ las sombras se alargan./ La inquietud sacude/ de Agustín el alma,/ tan llena de vida,/ que está atormentada/ por las pulsaciones/ de una fiebre santa./ Agustín medita:/ su espíritu es llama./ Un viento africano/ cruza por la playa”.

“Yo era demasiado joven para tener ni la menor influencia; me resistía, además, a poner la política en primer plano; estaba más interesado por la vida intelectual, la maravillosa Facultad en que estudiaba, mi vida privada” (Marías, 20082ª: 119).

Efectivamente, el Crucero se enmarcaba en unos renovados planes de estudios, basados en la Misión de la Universidad, de Ortega y Gasset, que se proponían 1) formar ciudadanos que conociesen la cultura de su tiempo; 2) educar científicamente a profesionales que fuesen útiles para la sociedad; 3) preparar investigadores para que pudiesen realizar su labor científica de la manera más adecuada posible.

De hecho, en algunos pasajes de las Notas muestra su interés por las lenguas -por el sonido y cadencia del español ladino, por ejemplo- y en las cartas personales a sus padres, Marías refleja con enorme gracia que a sus 19 años y debido al planteamiento panorámico del plan de estudios en el que estaba siendo educado, había sido capaz de comunicarse en 6 idiomas: “En lo que va de viaje ya me he entendido más o menos en español, francés, alemán, inglés (!), italiano (!!) y (que Dios me perdone) griego (!!!!!!). En griego dije que cruzábamos el Mediterráneo y me dijeron que si a nado: horrible” (Marías, 2011: 112).

Como se puede ver, la relación entre Ortega y Marías, marcada por la autenticidad, era muy cercana, hasta el punto de que el primero recomendaría a su propia hija Soledad, estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, el regalo que ella y otras compañeras deberían dar a Marías al haberles ayudado a preparar su examen intermedio, culminado con un extraordinario éxito: sendas ediciones alemanas de Sein und Zeit, de Heidegger y de Ethik, de Nicolai Hartmann. Hay que añadir que, tras leer la primera obra y admitiendo su genialidad, Marías se puso en claro consigo mismo: aunque le parecía una filosofía genial, no podía ser heideggeriano, pues había tenido la suerte de crecer intelectualmente en una filosofía más clara, justificada y profunda que la del alemán.

Así lo manifestó en el curso “Ortega en doble perspectiva”, impartido entre el año 2001-2002 en el Centro Cultural Conde Duque Madrid, en la 4ª conferencia, “El mundo de Ortega. El espectador”. El programa del mismo puede consultarse en: https://larealidadensuconexion.blogspot.com/2012/12/colegio-libre-de-emeritos.html#more y la conferencia puede escucharse en: https://www.youtube.com/watch?v=ZdzLSPGNeTw

Marías remarca aquí que tenía ventaja sobre sus compañeras por las muchas lecturas realizadas, es decir, que esta estructuración de la filosofía orteguiana ya la tenía en 1933.

“Ningún error sería más grave para la comprensión de Ortega que la identificación de sus escritos con su pensamiento […]. Estos escritos solo muestran el diez por ciento de su realidad: el resto, que es la mayor parte, permanece oculto bajo las aguas. Ortega nunca trasvasó a sus obras el conjunto de su pensamiento. […] La filosofía de Ortega está presente en sus obras de una manera singular; está no estando, está ‘debajo’, subyacente a todo lo que se dice, literalmente sosteniéndolo y sustentándolo” (Marías, 1973, 1: 290-291).

Marías, 1973, 2: 35 y ss. Sección segunda: “El escritor”. Un ejemplo orteguiano, de esta capacidad de hacer reverberar la realidad con el lenguaje y de asunción metafísica de toda la realidad circundante, que sin duda Marías refleja también en sus Notas: “El azul crepuscular había inundado todo el paisaje. Las voces de los pájaros yacían dormidas en sus menudas gargantas. Al alejarme de las aguas que corrían, entré en una zona de absoluto silencio. Y mi corazón salió entonces del fondo de las cosas como un actor se adelanta en la escena para decir las últimas palabras dramáticas. Paf… paf… Comenzó el rítmico martilleo y por él se filtró en mi ánimo una emoción telúrica. En lo alto, un lucero latía al mismo compás, como si fuera un corazón sideral, hermano gemelo del mío y como el mío lleno de asombro y de ternura por lo maravilloso que es el mundo” (Ortega y Gasset, 2010: 175).

“[…] desde el otoño de 1932 quedé sumergido plenamente en la filosofía, con el curso de Ortega y los de los demás profesores, Zubiri, Morente, Gaos; y, por supuesto, las lecturas cada vez más frecuentes y serias” (Marías, 2008: 83, 97, 223).

Cfr. Marías, 1973, 2: 41-72, Cap. 2. “La Metáfora”, donde hace un fabuloso análisis de las metáforas orteguianas, pero también de su importancia en el contexto de su superación de la Fenomenología de Edmund Husserl.

Ortega se refiere a ello en un escrito de El espectador titulado “Las dos grandes metáforas”, aunque hay que decir que, en realidad, son tres y que Ortega, por considerar que quizá era apresurado explicar su propia idea de la conciencia en ese momento y contexto, omitió su perspectiva, que sí había expuesto en una conferencia previa en 1916, cuando fue invitado a Buenos Aires por la Institución Cultural Española, titulada “Las tres grandes metáforas”.

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