SCIO: Revista de Filosofía

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DESMONTANDO A HAN
Φ-Palabrería, Sociedades Cerradas y Transparencia*

DECONSTRUCTING HAN
Φ-Bubbling, Closed Societies, and Transparency

Juan Bautista Bengoetxea*

Resumen: En el texto defendemos que la crítica de Byung-Chul Han a la sociedad actual en sus vertientes epistémica, tecnológica y científica es una pseudo-crítica. Su examen de la noción de transparencia se teje con citas y reflexiones de naturaleza poco clara que chocan de frente con nuestra concepción de lo que es la crítica filosófica. Como alternativa, proponemos una lectura argumentada de los mismos fenómenos a los que apunta Han con el fin de desmontar su propuesta. Sobre el trasfondo de la filosofía racionalista de Popper y de la semiótica de Eco, proponemos escrutar las nociones de conocimiento, enseñanza y tecnologías a partir del análisis de varios conceptos clave: el pseudo-conocimiento, la posverdad y el bullshit. A partir de ello, sostenemos que hay otros fenómenos (mala ciencia y mala filosofía, cámaras de eco, burbujas epistémicas) cuyo examen nos puede ayudar a acometer nuestra tarea crítica razonada de un fenómeno clave en la actualidad que Han ni siquiera ha previsto: la tecno-enseñanza online.

Palabras clave: transparencia, Han, secreto, enseñanza online, burbuja epistémica, cámara de eco, desmontaje.

Abstract: In the present text, we claim that Byung-Chul Han's critique about current society in its epistemic and techno-scientific features is just a pseudo-critique. His critique of the notion of transparency is woven into unclear quotes and reflections that collide head-on with our conception of what a philosophical criticism is. As an alternative, we propose an argued interpretation of the same phenomena that Han points to in order to deconstruct his own proposal. Considering Popper's philosophy and Eco's critical semiotics, we propose to scrutinize the notions of knowledge, education, and technologies from the analysis of several key concepts: pseudo-knowledge, post-truth, and bullshit. From this background, we argue that there are other phenomena (junk science and junk philosophy, echo chambers, epistemic bubbles) whose examination can help us undertake our reasoned critical task of a current key phenomenon that Han has not even foreseen, namely the online techno-education.

Keywords: transparency, Han, secret, online education, epistemic bubble, echo chamber, deconstruction.

“No me pregunten cómo puede haber un anuario público de las sociedades secretas: existe, aquí lo tienen”
(El péndulo de Foucault)

1. INTRODUCCIÓN

El 10 de junio de 2017, el suplemento Babelia pedía a varios filósofos españoles su opinión sobre la obra de Ortega y Gasset. Una de las respuestas resumía el perfil de este como ‘fundador de la todología’. La elección de este término es sin duda tosca. Se puede ser más refinado y, casi a modo de protocolo, recurrir a los erizos y a los zorros de Berlin (1953), lo cual haría que escritores del tenor de Ortega se clasificaran de una forma menos jaranera junto a nombres tan ilustres como Aristóteles, Shakespeare, Montaigne, Balzac o Joyce. Pero no me interesa hablar de Ortega ahora.

Sí, en cambio, de Byung-Chul Han. Nadie o casi nadie parece atisbar ‘todología’ en Han, el escritor coreano y, o, alemán, convertido en un John Grisham de la filosofía. Al menos en la vorágine de las presentaciones continuas de sus libros, no se dice.1 Aunque es cierto, se podría matizar que lo de Han no se trata precisamente del ‘todo’, sino de lo contrario, de ‘nadalogía’ o de ‘mismotemología’. Sus obras, breves, de apariencia concisa, pero nada precisas, se hinchan a medida que uno las lee, pero se desinflan sin pudor. Parecen remedar pretenciosa y demasiado extensamente haikus.

A Han le interesa examinar muchos males de la sociedad o sociedades —son tantas las que presenta y ninguna a la vez— actuales, neoliberales o no, inyectando su habilidad para conectar brillantemente ‘suposiciones’ con citas específicas y parcas que cargan con todo el peso de sus exposiciones. Muchos de los síntomas sociales que dice escrutar son síndromes dañinos, próximos a lo mortífero, que nos conducen por el camino de la auto-destrucción. Habla del Smart-phone como herramienta de esclavitud. Solo le falta decir que el dinero ‘nos’ atosiga. ¿A quiénes? El ‘quemado’, el ‘cansado’, el ‘transparente’, el ‘des-ritualizado’, el ‘automatizado’ y otros males provienen, según él, del hecho de habernos convertido en seres ‘positivizados’ y desnudos al extremo (Han, 2012: 37). La razón occidental, la ciencia y la tecnología han hecho su trabajo y ya está, nos vemos sumidos en la idea del ser humano ‘algoritmizado’, esclerótico y bufón que se fustiga a sí mismo sin compasión bajo la sombra de una libertad extrema que en realidad es lo que nos ofusca y nos da una vida mala. Lo dice y lo repite Han.2

La situación generada por la COVID-19 durante el año 2020 ha provocado que en la comunidad educativa nos hayamos tenido que adaptar a retos sanitarios y económicos que han influido mucho en otros aspectos de la vida de cada cual. Entre ellos están los comunicativos, sin duda, pero también otros de naturaleza psicológica y social. Esta adaptación, se nos ha dicho y se nos repite, depende en gran medida de las nuevas tecnologías (Bruggeman et al., 2021). Gobiernos, empresas tecnológicas, educadores privados y demás han insistido en que la aportación tecnológica o ‘tecno’ es simple y llanamente virtuosa. Han se queja de este optimismo desmesurado, y ya lo hacía antes de 2010, pero como señalaba anteriormente, su queja no constituye una crítica filosófica propiamente dicha. Habla de esas sociedades que dan título a sus libros y a secciones de estos, pero de todas las nociones que supuestamente examina, hay una que ilustra bien cierta confusión, insertada ex profeso o no, en la producción a modo de ‘superventas’ de este autor. Se trata de la transparencia. No obstante, es una transparencia sui generis que en realidad oculta el tema genuino que le interesa, a saber: la falta de privacidad. Pero sucede que, si habla en términos de falta de privacidad, el mochuelo escapa y Han pierde un tema superventas. ¡Se ha escrito tanto ya sobre la falta de privacidad, la sociedad actual y las tecnologías! (cf. Allenby y Sarewitz, 2011). Lo llamativo es el publicitado éxito de ventas, el cual no nos extrañaría que se debiese, como decía Popper sobre el supuesto éxito de la obra de Hegel, a que al “lector ingenuo le complace en extremo su capacidad para comprender y para sentir la verdad de estas profundidades de la sabiduría que exigen para su formulación la ayuda de palabras tan emocionantes” (Popper, 1945: 205).

El texto se organiza del siguiente modo: primero nos ocupamos del regreso de Han a una forma de modelo filosófico ‘hermético’ que, bajo el marco de una ‘filosofía de la sospecha’, carece de algunas matizaciones críticas más explícitas. Si escarbamos un poco en Han, vemos un proyecto ya desgastado de filosofía anti-racional o anti-razón (Hegel, Heidegger) camuflado tras la máscara de un ‘examen’ de la positividad de las tecnologías actuales; examen, por desgracia, a menudo sesgado. Con ello pretendemos negar que la suya sea una filosofía crítica. A continuación, trazamos una imagen más objetiva, o así lo pretendemos, de una posible crítica (también pretendidamente más razonable) al estado de las tecnologías mencionadas. Popper es un buen punto de partida y su infructuosa lucha por defender la sociedad abierta y desarrollar un criterio de demarcación entre ciencia (conocimiento) y otras cosas (entre ellas, cierta metafísica, que no toda) nos permite postular un vínculo directo entre el pseudo-conocimiento, la posverdad y el fenómeno bullshit que Frankfurt (1986) comenzó a estudiar en serio.3 Junto con esto, sostenemos que hay otros fenómenos (mala ciencia y mala filosofía, cámaras de eco, burbujas epistémicas) que rondan el bullshit, pero que no son exactamente esto y resultan mejor y más ajustables a la imagen del hype (el bombo y platillo) que ya comienza a atosigarnos: una tecno-enseñanza online que amenaza con dar pábulo a muchas sociedades cerradas o herméticas. El hermetismo de la supuestamente ‘nueva’ filosofía crítica metafísica (neo-gnóstica) que nos rodea, la generación de sociedades cerradas gracias a ciertos usos de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), la Φ-palabrería (o cháchara filosófica) y la tecno-palabrería, además de cierto desapego ante ciertas literaturas del ‘like’ y de consumo masivo tan paradójicamente basadas en los ‘likes’ y el consumismo son, por lo tanto, algunos aspectos sobre los que quisiéramos tratar.

2. HERMETISMO, INTUICIÓN Y NEO-GNOSIS

Han lo afirma sin reservas: la transparencia es uno de los grandes lemas de la sociedad de la positividad. Puede que tenga razón. Pero, ¿a qué se refiere? Desde el comienzo, parece exhibir sin pudor una estrategia del misterio, de esas que habitan en algunos mundos filosóficos donde, tras marearnos la cabeza, acaban por plantarnos supuestamente ante algo brillante. Han se expresa así, en la mejor tradición de la jeringonza:4

Las cosas se hacen transparentes cuando abandonan cualquier negatividad, cuando se alisan y allanan, cuando se insertan sin resistencia en el torrente liso del capital, la comunicación y la información. Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen operacionales, cuando se someten a los procesos de cálculo, dirección y control. El tiempo se convierte en trasparente cuando se nivela como la sucesión de un presente disponible. También el futuro se positiva como presente optimado. El tiempo transparente es un tiempo carente de todo destino y evento. Las imágenes se hacen transparentes cuando, liberadas de toda dramaturgia, coreografía y escenografía, de toda profundidad hermenéutica, de todo sentido, se vuelven pornográficas (Han, 2012: 4).

Aquí, hay que reconocerlo, se aleja del estilo de Grisham, este en el ámbito de la narrativa, obviamente, y no deja de asombrarnos que esto continúe vendiendo tanto como lo hace. Aquella sobre la que Han elucubra es una transparencia ‘uniformizadora’, homicida de la alteridad (Han, 2016), de lo diferente y, especialmente, de lo no automático y robotizado. Es la obscenidad de la información, la desnudez pornográfica, la que quiere conducirnos a una vida de pauta algorítmica, mecanizada, sin eventualidades. La transparencia es violencia, lo dice sin matices, pues roba toda intimidad necesaria al alma (Han, 2012: 5). Nos exponemos en tal alta medida al flujo de los datos y de la información que acabamos devorados y mimetizados por y con todo ello. Surge así el síndrome del quemado.5 Es la era de una nueva ideología ‘post’: la de la ‘post-privacidad’.6

Pero ahora que también está al alza lo ‘pre’, sobre todo las precuelas en el cine y la televisión, se nos ocurre ensayar una interpretación de las aseveraciones de Han, siempre más allá de todo lo ficcionalmente edificantes que estas puedan ser para el lector. Recordemos que entre bestiarios, cábalas, alquimias y hermetismos, en el Medievo y en el Renacimiento el misterio y lo oculto fueron razón de ser del pensamiento y del análisis de textos (Bensaude-Vincent y Stengers, 1997: 20-25; Copenhaver, 1991: xxiv; Eco, 1990; Yates, 1964). Veamos algunas características que enlazan algunos antecedentes del pensamiento hermético con lo que consideramos que es el esquema, o parte de él, de las afirmaciones de Han.

[1] Secreto. No toda la herencia racional griega aceptaba el modelo de racionalidad basado en los principios de identidad (A=A), no contradicción (no (A y no-A) a la vez) y tercero excluido (A verdadero o A falso y tertium non datur) (McInerny, 2004: 25-30; Eco, 1990: 61ss). Frente a este modelo del modus o medida de las cosas (razón, proporción, sobre todo en su forma ponens), el apeiron también fascinaba a los griegos, ese infinito sin norma, el de la metamorfosis continua simbolizada por Hermes. Un infinito de negatividad. Era este Hermes mobile, ambiguo, volátil, padre de las artes, el que bien podría representar la negatividad de Han, aunque a este se le olvide sugerir que Hermes también era el dios de los ladrones. En el mito de Hermes era precisamente donde se negaban los tres principios de la racionalidad.

Hermes triunfó en el siglo II d.C. (Copenhaver, 1992), época de orden político, de paz y de unidad lingüística y cultural en el imperio. Los herméticos buscaban, más allá de ese orden positivo, una verdad que desconocían. Y la buscaban en los textos, en los libros. Cada uno de estos destella algo de la verdad y entre todos la confirman. Ahí radica su dimensión sincrética. Todo se acumula válidamente y, en virtud de ello, el principio del tercero excluido llegó a obviarse, si no a rechazarse. A y no-A ya podían ser verdad a la vez, en el mismo momento (Eco, 1990: 64). El hermetismo del siglo II iniciaba algo parecido a lo que hoy se denomina ‘la era de la post-verdad’ o, en su caso, del bullshit (Frankfurt, 1986). Y aquí tan solo me refiero al desprecio hacia el valor de verdad.

Sin embargo, la dimensión sincrética, no dirigida en absoluto solo por insensatos, se percató de que la verdad, aunque los libros se contradijesen, tenía que abrir una vía de escape a la disonancia. Fue la escapatoria de las alegorías. Los textos dicen cosas diferentes de lo que parecen decir, portan mensajes irrevelables, misteriosos, secretos, ocultos, cerrados. Si pretendemos entenderlos, por ende, tendremos que recurrir a una revelación más allá del discurso, a alguna arista, un rozamiento, a la negatividad a la que Han alude hoy, aquella que se encuentra gracias a una visión, un sueño, un oráculo o una intuición de esencias.

La búsqueda hermética de la verdad nació de una desconfianza en el saber del momento. Alguien tenía que haberla guardado y el erudito era incapaz de entender al albacea. Si la entendiese, perdería su misterio y le obligaría a exiliarse en otros misterios lejanos, antaño de druidas, celtas y orientales, hoy de corte metafísico, al menos en la filosofía. Los bárbaros a ojos del racionalismo dejaron de balbucear ante los herméticos y el ruido babélico se convirtió en la lengua sagrada. Si antes lo verdadero era lo que se podía explicar, tanto en el siglo II como hoy lo verdadero es, como diría Han, lo negativo, lo inexplicable, misterioso, oculto y secreto.

El pensamiento hermético buscaba un lenguaje ambiguo, polivalente y lleno de metáforas, elementos que lo hacían más adecuado para nombrar un Uno en el que coincidiesen los contrarios (A y no-A). Con ello se derrumbaban entonces la no-contradicción y la identidad (Eco, 2010: 462; 1990: 63), y la verdad corría a identificarse con ‘lo no dicho’ o con ‘lo dicho oscuramente’. Esto era ‘misterismo’ a pleno rendimiento (cfr. Nagel, 1971),7 algo que obligaba a inferir demasiado y mal —cualquier afirmación y su contraria a la vez—. Los dioses, o el ‘Ser’ heideggeriano posteriormente, hablaban a través de mensajes jeroglíficos y enigmáticos. Hoy, si esto no es así, entonces se trata de positividad, de mero dato acumulado sin cacumen.

[2] Intuición reveladora y autoritarismo. Hermes Trismegisto (Corpus Hermeticum) recibió su revelación en un sueño (una visión) en el que se le apareció el nous (νοῦς) o facultad que intuía las Ideas (Platón) y era el intelecto con el que reconocemos las sustancias o esencias (Aristóteles). Es la intuición inicial, elemento clave de la negatividad, el rayo deslumbrante creador, el que permite captar las Ideas mediante un tipo de intuición intelectual infalible, visualizarlas con los ‘ojos de la mente’ (Popper, 1945: 206). Frente a esta negatividad se situaba el ajetreo más complejo, mundano y esclerótico de la dianoia o reflexión, actividad racional, episteme (ciencia) y reflexión acerca de la verdad. Lo triste hoy, según Han, es que nada inefable hay en el operar de una dianoia que es pura positividad. Entonces y ahora, “el nous se convierte en la facultad de la intuición mística, de la iluminación no racional, de la visión instantánea y no discursiva” (Eco, 1990: 67). Eco habla acerca del siglo II a.C, pero en el XXI Han no se rasga las vestiduras a la hora de dar pábulo a un nous con otra máscara, la que él viste y que los clientes pagan.

La noción de intuición de Han (2012: 7) (sagrada entre muchos metafísicos) va más allá de la información disponible (datos) y sigue su propia lógica. No dice nada del fenómeno opuesto: ¿qué sucedería si se especulase vanamente, mediante despropósitos y con el supuesto respaldo de intuiciones deslumbrantes?8 Nuestra sociedad se despide, dice, de la hermenéutica (Han, 2013: 84). Han recurre al discurso hegeliano y a su ‘espíritu’ (Han, 2005): la dialéctica descansa en la negatividad, al igual que el ‘espíritu’, que la soporta. La negatividad alimenta la ‘vida del espíritu’. “Lo otro en lo mismo, que engendra una tensión negativa, mantiene vivo el espíritu. Es el «poder», dice Hegel, «si mira a la cara de lo negativo, si se demora en ello».9 Hegel en pleno auge. Es decir, la estrategia metafísica de Han no se aparta demasiado de la de Heidegger y, anteriormente, la de Hegel. Las técnicas de expresión, disuasión al lector y exposición de nociones oscuras por medio de pseudo-argumentos son ciertamente parecidas.

Según una de las doctrinas historicistas de Hegel, para que la Esencia se haga real, debe avanzar a través del cambio, pues “aquello que existe solo por sí mismo es... mera potencialidad; no ha emergido todavía a la Existencia... solo mediante la actividad se actualiza la Idea” (Popper, 1945: 205). Uno debe ‘afirmar su personalidad’ si desea existir. Pues bien, según Popper, esta teoría condujo en su momento a Hegel a justificar nuevamente la teoría de la esclavitud. Hay que dominar al prójimo, dado que todas las relaciones personales se pueden reducir a la relación de poder, de amo y esclavo, de dominación y sometimiento.10 Sin embargo, para Han el problema radica en que la sociedad positiva “anula el sufrimiento”, aplana el amor y lo convierte en sentimientos agradables y en excitaciones insulsas; “la positividad genera agotamiento, cansancio y depresión” (Han, 2012: 8).

La consecuencia más destacada de esta positividad es precisamente la ciencia y la tecnología actuales. La ciencia positiva, basada en los datos, según Han —¿por qué ha de ser así?—, es la consecuencia de un final de la teoría, ahora identificada con la negatividad. A esta ciencia le falta la negatividad de la decisión, pero Han ahora no se molesta en emplear ninguna de las innumerables referencias que hay sobre estudios filosóficos, psicológicos, sociales y políticos sobre la ciencia. Su intención es hacer ver que la ciencia puede acabar en una distopía que nos convierta en seres sin conciencia, algorítmicos, que tomen decisiones al modo de humanos inexpertos, como sujetos en lugar de agentes.11

[3] Gnosis y paranoia. La política es estrategia y le es propia lo arcano. La transparencia total la paraliza. Han vuelve a mezclar de forma harto confusa lo público y transparente con la falta de privacidad. Señala que solo la política en su forma teocrática actúa sin secretos: esta ahonda en la transparencia y se desnuda en un escenario ‘papageniano’ o, en clave más mundana, de Star Wars. Pero Han no persigue una política teocrática, obviamente, sino una política democrática en pleno siglo XXI en la que el secreto y la gnosis desempeñen su papel. Hay bastante de atinado en esto, pero también corre el riesgo de no distinguirlo de la sociedad cerrada. La línea es demasiado fina y hay que hilar más ajustadamente para no confundirlos. Pues si la verdad es secreta y la política no tiene que mostrarse en un escenario de pugna entre las fuerzas de la luz y las tinieblas, las preguntas por los símbolos y por los enigmas nunca obtendrán una respuesta veraz definitiva (Eco, 1990: 69). A lo sumo, el secreto se desplazará.

Lo que para los herméticos y los secretistas era la gnosis o manifestación cultural del secreto, hoy, en nuestro mundo positivo de Han, el ‘saber’ se exhibe como un mar proceloso de datos al que somos arrojados y que hace de nuestro existir un mal. Nos ahogamos. Los herméticos metafísicos de hoy desean flotar y sobrevivir, regresar a tierra firme, volver a Dios y convertirse en poseedores de un poder sobrenatural (la luz intuitiva, tal vez) (Eco, 1990: 70). Buscan hacerse Superhombres y salvarse mediante el conocimiento, la gnosis, del misterio del mundo. Metafísicos y algunos fenomenólogos se consideran a sí mismos señores del pensamiento, no turba naturalista y pro-científica, vulgar y pegada al dato y al experimento. Estos neo-gnósticos se perciben a sí mismos como extraños en el mundo, extranjeros, por encima de él. Desprecian el dato y a la masa, a la que “reprochan no reconocer la negatividad del mundo”.

Si el modelo hermético defendía que el poder consiste en ‘hacer creer’ que se tiene un secreto político, el modelo intelectual neo-gnóstico contemporáneo considera que este secreto es metafísico. Pero los secretos, los espías y los confabuladores caen fácilmente en las redes de la paranoia. La obsesión metafísica neo-gnóstica parece hablarnos de algo como una teoría conspirativa de la sociedad, parecida a la que traía Popper (1963: 160ss) a colación cuando se cuestionaba y respondía: “‘¿quién está en lugar del Dios que hemos matado?’. Su lugar lo ocupan entonces diversos hombres y grupos poderosos, grupos de presión siniestros que son los responsables de haber planeado la gran depresión y todos los males que sufrimos”. Surgen así teorías del complot COVID-19, del complot contra o a favor de Trump, del complot de las vacunas y de la filosofía ‘positivista’ tout court. Todo con tal de evitar una crítica razonada.

3. POSVERDAD, BULLSHIT Y PSEUDOFILOSOFÍA

La filosofía crítica se puede entender de muchas maneras. La de la crítica razonada, racional o argumentada sería un caso bien valorado, reconocido y, desgraciadamente, pocas veces respetado. Me refiero al tipo de crítica de raigambre popperiana. Gran parte de la crítica metafísica ‘aparente’ parece seguir otra pauta, la del partisanismo y uso de apóstrofes (recordemos las diatribas de Adorno y Habermas contra Popper; cf. Suárez-Íñiguez, 1992). Demarcar la buena crítica y, con ella, cierto tipo de filosofía, de la palabrería o del mero insulto ayudaría, o lo intentaría, a separar la filosofía de la pseudo-filosofía (Φ-palabrería), al igual que muchos debates clásicos ya en la filosofía de la ciencia y en epistemología han procurado distinguir la ciencia de la pseudociencia. Obviamente, al incorporar la filosofía como objeto de dicho examen demarcador, entendemos el ámbito del conocimiento en el sentido amplio que Sven Ove Hansson (2013: 70) le concede: una ciencia conformada por las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades. Esto es, el sentido de la scientia latina o de la Wissenschaften germana.

A menudo sucede, no obstante, que en lugar de pseudo-ciencia o pseudo-filosofía, simplemente nos topamos con mala ciencia o mala filosofía (Ladyman, 2013). Y esto se acerca más al fraude, también científico o filosófico —o simplemente epistémico, en términos más generales—. Sería fundamental no derivar hacia ninguno de ambos extremos, dado que corremos un riesgo claro que Roger Scruton sentencia acertadamente al afirmar que “cuando los filósofos académicos disfrazan sus escritos de informes científicos y cultivan la ficción del progreso paso a paso hacia una teoría, podemos estar seguros de que algo va mal en su forma de concebir la cuestión” (1996: 8). No es asunto de pasar de un polo al otro sin miramientos, de la especulación al informe con aura de listín telefónico.

La palabra del año 2016 del Oxford Dictionary fue ‘post-truth’, definida como “en relación con, o que denota, circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes a la hora de dar forma a la opinión pública de lo que es la apelación a las emociones y a las creencias personales”. El DRAE define de forma parecida ‘posverdad’: de pos- y verdad, trad. del ingl. ‘post-truth’, distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’. La posverdad es entonces una concepción no post-verídica. Y no lo es porque habla de fenómenos reales; persigue argumentar, recurrir a la razón, para dar cuenta de sí misma. Los fenómenos de que trata (emociones para formar creencias) son reales, supuestamente. Si se ha impuesto de algún modo, lo ha hecho socialmente, como el fútbol sobre el críquet.

Esto significa que la posverdad no parece cuadrar muy bien con la agenda post-moderna, en la medida al menos en que esta última pretende borrar todo dualismo típicamente moderno. No yerran los defensores de la posverdad cuando señalan que las distorsiones de la realidad (no distinguen entre ficción, imaginación, mentira) manipulan las creencias y las emociones, pero en realidad esto no añade mucho, por no decir ‘nada’, a la filosofía. Podríamos afirmar que la ‘filosofía veritativa’, la no situada en la época de la aparente posverdad, equivale a la filosofía positiva de Han, la que busca la veritas y el saber. Una filosofía positiva que ya no es la guía de nuestra vida psíquica y comportamental, que no nos dirige. La razón se ha vuelto sospechosa para los neo-gnósticos de la paranoia y el término ‘poder’ (no tanto el propio fenómeno) se ha convertido en eje de su especulación (Bengoetxea, 2021: 85). Todo esto no es óbice, de todos modos, para reconocer que el término ‘posverdad’ sí capta bien el espíritu social, político y metafísico de la actualidad que enturbia el sentido de los hechos, abandona los estándares probatorios o ‘evidenciales’ en el razonamiento y la argumentación, miente abiertamente en política y en la academia (McIntyre, 2018), y busca justificar cualquier cosa a cualquier precio.

De las diversas formas de procurar subvertir la concepción positiva de la verdad (Bengoetxea, 2021: 87s), la indiferencia hacia el valor de verdad (Frankfurt, 1986) refleja el estilo y los propósitos de filosofías como la de Han, filosofías cerradas que nos atrevemos a tachar de pseudo-filosofías o Φ-palabrería. Ladyman (2013: 48) señala que la pseudociencia no es ‘no-ciencia’, mala ciencia ni fraude científico, aunque se puedan solapar. La homeopatía sería paradigma de pseudociencia, pues se aparta radicalmente de las teorías y métodos científicos al tiempo que se arroga naturaleza científica, o así lo hacen sus defensores y practicantes (a menudo, sinceramente). Aunque el criterio demarcador de Popper haya sido criticado con vehemencia, ante todo por Laudan (por ejemplo, 1983), lo cierto es que se podría reconstruir como una noción fuzzy válida en la práctica real. Pigliucci (2013) ofrece una respuesta gradual (y fuzzy) realmente interesante al respecto, aplicable sin duda a la filosofía, siempre que aceptemos esta en el campo del saber y no de la mera narrativa. Creo que así es y coincido con Hansson (2013) y más, si cabe, con Chesterton cuando ya en 1917 defendía que “existe un cierto tipo de libro moderno que… debe ser destruido… el libro pseudocientífico”, dado que [estos libros] se publican con “supuestas conclusiones científicas, pero son libros donde no existe ningún argumento científico… se limitan a hacer acopio de nociones de moda… como si fueran las conclusiones de una investigación” (Chesterton, 1917: 59). Traslademos estas ideas al caso de la pseudofilosofía, pseudo-crítica filosófica o Φ-palabrería.

Bullshit, pseudociencia y Φ-palabrería parecen captar algo importante que los hace diferentes de la simple mentira, y más peligrosos. Las mentiras, al referirse a la realidad o mundo (sea este material, mental, conceptual u otra cosa, pero mundo de todos modos), se pueden exhibir como tales si se escrutan lo suficiente. Sin embargo, el bullshit, la pseudociencia y la Φ-palabrería se resisten a toda refutación (posible) porque no dicen nada definido en absoluto (Ladyman, 2013: 53). Tan solo nos desconectan progresivamente de todo valor de verdad. Son caniches fastidiosos, actividades insidiosas que pueden acabar dejándonos sin creencias. Socavan la costumbre o práctica de asegurarnos de que nuestros pensamientos resulten empíricamente determinados (o hacia eso apuntamos) y en contacto con la realidad. La pseudociencia y la Φ-palabrería son como el bullshit: buscan generar ruido epistémico con apariencia proposicional y fáctica. No se fundamentan en procedimientos fiables, rastreables y contrastables natural y socialmente.

4. Φ-PALABRERÍA, TECNO-PALABRERÍA, ENSEÑANZA ONLINE Y SOCIEDADES CERRADAS

El bullshit y la demarcación en el sentido amplio mencionado abren una vía a la palabrería en sus diversas vertientes. La palabrería en filosofía (Φ-palabrería) y el recurso a prefijos como ‘tecno-‘ son caldo de cultivo de discursos y especulaciones del tipo de la filosofía de butaca (armchair philosophy), originales a veces, banales a menudo. Entre las preocupaciones que la insistencia en una tecno-enseñanza online genera aparece lo que Feenberg (2017: 364s) denomina ‘automatización tecnológica del producto y del proceso educativo’,12 algo que parece asemejarse a una concepción positiva como la de Han del conocimiento (cf. Selinger, 2017). Sin embargo, no lo es en la medida en que las aportaciones de Feenberg se basan en estudios empíricos sobre ciencia y tecnología y en debates abiertos sin el menor resquicio de una metafísica secretista neo-gnóstica (Rosenberger, 2017). En este sentido crítico que Feenberg proyecta, entonces, proponemos que el abuso del discurso y de una mentalidad ‘tecno-‘ en la enseñanza puede amenazar con fomentar una mentalidad (y sociedad) cerrada y un tipo de ignorancia perniciosa para la comunidad académica.

La reflexión crítica racional y valorativa en torno a las TIC es clave para procurar concebir y diseñar mejor el futuro educativo (Vanderbert et al., 2001). Las alabanzas a la incorporación de la tecnología en la enseñanza (superior) dificultan acometer una crítica reflexiva frente a la agenda de innovación educativa sin encontrar resistencias. Parece claro que la automatización tecnológica de la enseñanza universitaria avanza según dos tipos de intereses directos: el económico, que impone ajustes tecnológicos a la comunidad académica (cf. López y Gaibar, 2021), y el educativo, que procura integrar la tecnología en la vida académica. La combinación de ambos ha dado lugar a una agenda con resultados dispares y no siempre alentadores. Los aspectos económicos (y sanitarios) presionan sobre el resto, en este caso los educativos, y obligan a reformar, transformar e incluso eliminar parte de los últimos.

Las TIC no son mera positividad (ayudan a proseguir con la enseñanza en casos de pandemia, por ejemplo, o en situaciones de distancia física forzada (idea original de la UNED y otras universidades a distancia)). En tal sentido, la crítica metafísica neo-gnóstica de Han no aporta mucho al respecto. Ahora bien, la crítica filosófica sí tiene cosas que decir desde una perspectiva más ‘creadora’, naturalizadora o empírica. Es cierto que en la enseñanza se emplean las TIC, si bien también lo es que hay una tecnología educativa que pretende dirigir y diseñar esa misma enseñanza. En este caso, se da un desplazamiento de la gestión y de la organización de la enseñanza hacia la administración y burocratización extrema que deja a los educadores en un segundo plano. El objetivo tan incesantemente mencionado desde la década de 1980 (Noble, 1998) de la inserción de la universidad en la empresa, o de una vinculación más profunda entre ambos tipos de institución, ha erigido un sólido relato de la necesidad de dicha inserción. Todo lo que no sea inserción en el mercado empresarial es desaparición en breve plazo. Tal vez sea cierto, pero la inserción puede provocar otro tipo de desaparición igualmente grave, a saber: el de gran parte de la calidad tácita o práctica de la buena enseñanza presencial (esto no significa, obviamente, de toda la enseñanza presencial).

4.1 Hacia las sociedades cerradas mediante la enseñanza online I: La ignorancia

Un aspecto epistémico que las TIC de la enseñanza pueden engrandecer es el de la formación de sociedades cerradas incompatibles o no deseables para las prácticas epistémicas de los estudiantes y del profesorado. Hemos de percatarnos de que el supuesto carácter alisado y transparente de la positividad tecnológica no existe si no es en la imaginación de Han. La primera entrada habitual del estudiante actual en el mundo del aprendizaje online es la del motor de búsqueda. El mecanismo es simple: introducimos un término (input) y esperamos resultados pertinentes (output). Entretanto, desconocemos, porque son opacos en gran medida, los mecanismos que operan en el proceso (Miller y Record, 2013). Esta ignorancia da lugar a creencias y, por ello, tiene consecuencias de naturaleza epistémica, dado que los estudiantes emplean un método semejante a este para escribir sus trabajos, el cual no es sino un fenómeno de alfabetización digital, el de la búsqueda en Internet de información selectiva servida por algoritmos (Bhatt y MacKenzie, 2019: 306).

Pues bien, este tipo de ignorancia se debe básicamente a tres factores: (i) la falta de conocimientos, (ii) la opacidad de los mecanismos operantes y (iii) la información seleccionada con la que el estudiante se realimenta y que a su vez recibe hecha a medida —como sucede con la información ‘publicidad’ o ‘cebo’ de los teléfonos móviles actuales, diseñada al gusto del usuario, y la realimentación consumidora— (Álvarez Pérez, 2021: 211). No hay nada metafísicamente interesante en este tipo de secretismo. No hay intuición reveladora alguna. Simplemente se trata de prácticas que posibilitan que el estudiante construya nichos de ignorancia que lo conduzcan a putativas burbujas epistémicas y cámaras de eco que él mismo fabrica —junto con la tecnología y las comunidades seleccionadas en las redes sociales— (Nguyen, 2020), amén de otras consecuencias graves como es, pongamos por caso, la injusticia epistémica (Origgi y Ciranna, 2017).13

El secreto y la no-transparencia, pace Han, son un fundamento sólido, por el momento, para dar rienda suelta a la creación de dobles estadísticos (avatares) cuyo dueño no es el original del doble. El proyecto de personalización de Google (2009) tenía por objetivo inicial que el contenido de las páginas web y de la publicidad se ajustase a los intereses del usuario, para lo cual se diseñaron formas de recogida de datos por rastreo de ‘marcas’ en la red (Origgi y Ciranna, 2017: 307). Google construye así perfiles de usuario con indicadores ‘no-transparentes’ tales como la localización, el buscador y la cronología de páginas visitadas por el usuario. Los centros de interés de los usuarios se determinan mediante la construcción de un perfil basado en las ‘marcas’ que los usuarios ‘olvidan’ en la red. La exactitud de dicho perfil se debe al almacenamiento automático y al aumento de una masa de datos (historial de búsqueda, direcciones IP, actividad en redes sociales, contenido de correos-e o claves empleadas en la búsqueda). Este capital inmaterial es el que constituye los Big Data (Grandes datos).

Una vez que se recogen los rastros del usuario, comienza el proceso de minería de datos —interpretación y procesamiento— que permite generar correlaciones con las que identificar los intereses del usuario con el fin de anticipar sus acciones futuras. A veces, el proceso termina con la formación del mencionado doble estadístico del usuario, un alter-ego que se modifica y refina con cada nueva acción. Estos perfiles predictivos o de pronóstico son el ingrediente esencial de las estrategias comunes de marketing (comercial, político, ideológico) de las páginas web más visitadas.

Poco o nada hay de transparente en estas estrategias. Primero, porque el usuario es privado de su intencionalidad: ya no es un sujeto intencional, no se dirige hacia nada, sino que sus acciones se interpretan ahora por algoritmos que actúan como rastreadores. A estos les interesa algún patrón oculto de conducta que suele ser estadísticamente relevante, no lo visible y positivo (Duhigg, 2012). Segundo: el usuario o estudiante apenas comprende los términos y las condiciones de la recogida de datos en una plataforma, escritos en una forma ‘estandarizada’ y que deben ser aceptados para poder registrarse en dicha plataforma, por ejemplo. Por último, el usuario es alienado de los datos que ha proporcionado: ya no tiene acceso a ellos, no sabe cómo se emplearán y, en los casos en que pueda acceder a ellos, esto se debe a las aplicaciones que la plataforma suministra para poder visualizar los datos que el usuario recibe, una información estadística sesgada tratada algorítmicamente de una forma inaccesible al usuario (las misteriosas correlaciones que surgen debido a las interacciones del usuario con la plataforma) (Origgi y Ciranna, 2017: 308s). La imagen cuantificada (quantified self) de cada cual no se ajusta, como le gustaría a Han, a una positividad transparente, lineal, expresa, clara y concisa (Rouvroy y Berns, 2013).

4.2 Hacia las sociedades cerradas mediante la enseñanza online II: Burbujas epistémicas y cámaras de eco

Y resulta que las burbujas epistémicas también desbaratan parcialmente la ilusión de la perfecta enseñanza online mediante las TIC. La burbuja epistémica hace que la información transmitida, repetida y ‘cocinada’ genere un sistema amplificado de ideas y creencias en el que se omiten concepciones o perspectivas distintas a las del usuario, en este caso a las del estudiante.14 Puede ser algo no intencionado, por no percatación sin más y por un uso social insulso de las TIC donde el entorno tiende automáticamente a ser el propio, pero también diseñado (dirigido). La clave radica en que si las redes sociales acaban siendo la fuente de las noticias y de todos los datos que recibimos (y que probablemente den forma a nuestro ‘conocimiento’), entonces generamos un filtro epistémico que se refuerza a sí mismo y dejamos de lado opiniones contrarias y (razonablemente) críticas (inflamos la confianza epistémica en nuestras creencias). Se crean así ínsulas cerradas, sociedades potenciadas por una clausura rancia sin visos de apertura. No se trata de un cierre cognitivo o disciplinario, como el de la especialización de algún grupo de investigación, sino de un cierre en principio.

En las redes sociales, plataformas en la red y en el uso de las TIC se filtra poco transparentemente la información de los usuarios y estos están a menudo expuestos a ‘argumentos’, información y perspectivas con las que están de acuerdo de antemano (An et al., 2014). Esto genera burbujas epistémicas y cámaras de eco que afectan, y mucho, a la enseñanza mediante las TIC. Ambas son estructuras de exclusión, si bien las burbujas lo hacen por omisión y las cámaras por manipulación de creencias y confianzas (Nguyen, 2020: 143). La diferencia es crucial aquí: la burbuja epistémica es una estructura de conocimiento y creencias que surge de la arquitectura informacional de las comunidades, de las redes sociales, de los medios de comunicación y de otras fuentes de información y argumentos. Es una estructura ‘defectuosa’ de información, tiene una conectividad pobre. En cambio, la cámara de eco es una estructura epistémica creada por medio de la manipulación de la confianza; puede existir en una topología informacional sana, al añadir una superestructura de descrédito y autoridad, y es capaz de explicar lo que no explican las burbujas, a saber: la aparente resistencia a las evidencias que se observa en algunos grupos (negadores del cambio climático, grupos anti-vacunas, enemigos rabiosos de los ensayos clínicos aleatorizados). Las cámaras generan sociedades cerradas.

La clave de las cámaras de eco, por lo tanto, no es la posverdad, sino ser o generar una sociedad cerrada: no erosionan el interés de un miembro en la verdad, sino que más bien manipulan sus niveles de creencia hasta hacer que otras fuentes e instituciones (extrañas, bizarras, populacheras) se adopten como fuentes apropiadas de evidencia. Este fenómeno choca de lleno con los enfoques del discurso ofuscador (turbador, que conduce a confusión, nebuloso). No se trata del doble discurso ni de la ‘neolengua’ de George Orwell (Scruton, 2015: 396; Nguyen 2020: 142), deliberadamente ambiguo, repleto de eufemismos, diseñado para ocultar la intención del hablante.15 El doble discurso es una práctica que muestra la falta de interés en la coherencia, la claridad y la verdad. Ahora, en cambio, se espera un discurso elaborado y distinto: claro, con garra y aparentemente sagital, diestro en afirmaciones sin ambigüedades sobre el tema que se trate, sobre las conspiraciones al caso y sobre qué fuentes de información no son fiables. Esto es precisamente lo que encontramos en las cámaras como sociedades cerradas que tanto pueden afectar a la enseñanza (Jamieson y Capella 2008: 3-41, 140-176).

No se ha dicho mucho acerca de la relación entre la enseñanza digital y la producción social de ignorancia y de sociedades cerradas. Estas se producen y reproducen por medio de las TIC en las diversas instituciones educativas y en las redes. La enseñanza (alfabetización) siempre está inmersa en actividades sociales y resulta mediada por artefactos y redes materiales. Empresas como Google, Zoom y otras que sustentan plataformas y redes sociales son hoy patrocinadores muy influyentes de alfabetización (Noble, 2018).

El funcionamiento de las TIC digitales —y el desconocimiento generalizado de ello— no es un fenómeno fácil y explícitamente captable. No se entiende abiertamente cómo los usuarios damos sentido a las enormes cantidades de información online, tipo de información que tiene que macerar previamente, ser pre-curada (Bhatt, 2017) o filtrada por algoritmos antes de ser consumida por los usuarios. El desconocimiento de cómo las TIC digitales y las plataformas online hacen esto ha dado lugar a prácticas automatizadas de enseñanza digital que deberían ser examinadas críticamente y no aceptarse por defecto a modo de mero fenómeno positivo que empapa todo el tejido educativo y tecnológico. Dado que las plataformas online están diseñadas por empresas, estarán influidas por motivaciones, valores e intenciones inmersas en su propia arquitectura (Origgi y Ciranna, 2012). Pero como el diseño es difuso, hay poca responsabilidad y transparencia y, por ende, es difícil exigir nada a quien no ‘muestra’ quién es; esto es, a quien no tiene agencia.

La ignorancia epistémica tiene su propio valor: es una buena estrategia (selección (esto es, ‘desconocimiento’ deliberado de algunas cosas) para poder operar en entornos digitales de alta densidad informativa). La exactitud aquí sería un vicio muy disfuncional. No parece práctico conocer las instrucciones específicas de cierto algoritmo en nuestro móvil u ordenador. Tendemos a confiar en autoridades epistémicas, en su pericia y reputación (Tsui, 2005). Juzgamos qué creer sobre la base de quién lo cree, y al juzgar así confiamos en criterios de plausibilidad, consenso, pertinencia, importancia y credibilidad, entre otros (Bhatt y Mackenzie, 2019), amén de los rankings online, ratings, el orden de los resultados de una búsqueda, por ejemplo en Google, etc. (Noble, 2018).

Sin embargo, en los entornos digitales surgen asimetrías que influyen en las atribuciones de autoridad epistémica: concedemos demasiada credibilidad, o demasiado poca, sobre la base de la reputación, los recursos y el tiempo limitado con el que funcionamos. Esto está relacionado con la distribución de la información mediante algoritmos u otras fuentes de información más clásicas como revistas especializadas, periódicos, clases, etc. (especialmente, en el caso de la enseñanza). Facebook, por ejemplo, hace minería con nuestros datos y los emplea sin nuestro consentimiento explícito, hasta el punto de que muchos estudiantes de grado son consumidores pasivos de aquello que se les enseña, se les dice o leen (Origgi y Ciranna, 2017: 303, 305). Las TIC e Internet no son el repositorio neutral e infalible de información que muchos (los defensores de la enseñanza online total) decían que es. ¿En qué se basa entonces la fiabilidad epistémica en el mundo online? (Bengoetxea, 2015).

Los temas filosóficos cuyas fuentes son ciertas necesidades metafísicas (dualismo, reduccionismos) bien podrían ser abandonados. Las cuestiones de filosofía política, metodología, causalidad, inferencias, realizaciones de la mente, enseñanza mediante TIC, etc. se pueden elaborar de una forma más naturalizada que dé pie a la propuesta de hipótesis novedosas y especulaciones originales, síntesis de trabajos empíricos y teóricos, o sugerencias de investigaciones empíricas (Lock y Redmond, 2021; Machery, 2017: 208). Convendría por ello no basar el análisis filosófico de un fenómeno en la intuición (iluminadora) sobre casos imaginarios. Las intuiciones no tienen por qué aportar mucho a la filosofía (Kornblith, 2002; Clarke, 2013). Frente a ello, la filosofía experimental se ha convertido en un ámbito en crecimiento de indagación filosófica (Knobe, 2004) que recurre a datos empíricos, a menudo recogidos mediante encuestas que contrastan intuiciones de los encuestados con el objeto de enriquecer la información en torno a los temas filosóficos debatidos. Se trata de un empleo de los datos empíricos que se opone a la metodología metafísica, incluso a la analítica-conceptual, basada principalmente en justificaciones a priori (filosofía de butaca). En esta misma línea de trabajo, Bhatt y Mackenzie (2019: 313s) presentan modestamente una encuesta a varios estudiantes con el fin de esclarecer, al menos parcialmente, algunas dudas sobre la tendencia de las TIC en la enseñanza a formar círculos cerrados o cámaras de eco. Aunque es un tipo de tarea que requiere mucha más indagación empírica o ‘experimental’, resumo en el siguiente esquema el caso que presentan de un estudiante de filosofía:

¿Cómo aprende Phil, el estudiante de filosofía? (Bhatt y MacKenzie, 2019: 313ss):16

[1] Perfil: estudiante de ‘Política y filosofía’, primero de grado.

[2] Red(es) social(es) de partida: Twitter.

[3] Objetivo: seguimiento de noticias y acontecimientos diarios para informarse para el trabajo escrito que debe realizar en la asignatura.

[4] Estrategia con las TIC: uso pasado de Twitter y abandono (lo consideró una pérdida de tiempo). Uso actual más estratégico para guardar datos. La enorme cantidad de noticias en Twitter le llevan a suscribirse a Guardian Online (remisión filtrada de noticias más pertinentes). Guardian Online se ajusta a sus inclinaciones políticas.

[5] Valoración: la gestión de las fuentes de información es clave por dos motivos:

 (i) ayuda a avanzar en el trabajo del alumno, dado que a Phil no le interesa consumir información que se oponga a sus ideas políticas. Esta es una práctica de ignorancia estratégica (busca ignorar cierto tipo de información con el fin de ser epistémicamente funcional);

(ii) aunque la decisión sea estratégica, basarse en una única fuente de información es una mala práctica. Por muy reputada que sea la plataforma, Phil ritualiza sus prácticas y se asegura no exponerse a ideas que choquen contra las suyas.

Phil gestiona intencionadamente la información por medio de Guardian Online y toma parte en debates que dirigen (orientan) su formación de creencias con el fin de gestionar el tiempo y los recursos limitados de los que dispone. Su decisión es estratégica, incluso necesaria, pero no por ello libre de una dependencia epistémica respecto de concepciones o ideologías particulares, hasta el punto de integrarse en una cámara de eco.

Conclusión provisional: este uso de las TIC conduce, no siempre a modo de vicio epistémico, a crear un círculo cerrado y la disminución de la transparencia no tiene necesariamente una repercusión adecuada en la mejora del trabajo del alumno.

5. CONCLUSIÓN: ¿POR QUÉ ENTONCES DESMONTAR (PARCIALMENTE) A HAN?

La respuesta puede parecer ya evidente, tras lo dicho. Nos parece completamente loable, incluso necesario, desarrollar críticas filosóficas acerca de temas de actualidad. No nos lo parece tanto que las críticas no sean claras, argumentadas y basadas en datos o en un manejo sensato de estos. Quejarse hoy en día de la transparencia es abonar un campo de ‘entrelineado’ oscuro y con tintes de cerrazón. Por eso hemos propuesto una crítica acerca de los mismos fenómenos (sociedad tecnocientífica, conocimiento, enseñanza), pero sobre la base del uso de unos mimbres más propios de una filosofía menos ‘misteriana’. O eso hemos pretendido. Creemos que las sociedades cerradas y el pensamiento tribal encuentran un buen caldo de cultivo en ámbitos del saber y de la cultura con prefijos ‘Φ’ y ‘tecno-’ —o ‘socio-’, ‘psico-’ y otros—, y que escrutinios supuestamente críticos como el de la transparencia en Han promueven cierta ambivalencia de la filosofía y animan la palabrería, un discurso alejado del valor de verdad y prácticas de ininteligibilidad impostada.

Estos elementos pueden llegar a promover la formación de círculos intelectuales cerrados que afectan a la enseñanza de nuestra disciplina con sus discursos en parte técnicos y en parte semicultos. Las propuestas de Han adoptan la forma de una crítica de escaparate filosófico que poco tiene que ver con la alternativa menos cerrada y más racional que hemos defendido aquí, de raigambre popperiana en términos generales, pero que podemos encontrar en Schopenhauer, en Russell, en Eco y en muchos pensadores actuales. Una crítica, a fin de cuentas, modesta y que procura tomar en consideración datos y resultados de la práctica real de la enseñanza y del uso de tecnologías, aunque de una forma para nada ‘algoritmizada’, como despectivamente relata Han.

Nuestra crítica no olvida que la enseñanza mediante las TIC está respaldada y formada por elementos históricos, sociales, económicos y por patrocinadores de cultura digital a través de sus plataformas. Estas constituyen oportunidades que deberíamos aprovechar, pero ante cuyas constricciones educativas también deberíamos alzar nuestra voz. No obviamos que las TIC ya son un componente integral de la enseñanza y precisamente por ello respaldamos el desarrollo de una conciencia crítica (razonada) de cómo el conocimiento opera en los espacios online. Las limitaciones de estudiantes y educadores se deben en gran medida a la falta de esa transparencia que tanto escuece a Han y que tacha, sin razón (la transparencia, no su carencia), de lema (‘maléfico’) de nuestra sociedad. Una falta de transparencia vertida en forma de algoritmos desconocidos (secretos) que ‘orientan’ nuestras elecciones de información y dan forma a nuestras experiencias online. Solo una educación crítica, racional y consciente podrá ayudar a que la enseñanza no quede encerrada en sociedades muy limitadas y más ignorantes de lo debido. Y esta labor es social, comunitaria, alejada del genio pensador, del tenor de Han, que nos revela la esencia de los males de la sociedad actual.

Las burbujas epistémicas, las cámaras de eco y otras prácticas vinculadas con el uso de las TIC en la enseñanza comparten con el bullshit y la pseudociencia (y la Φ-palabrería) el hecho de tender a desentenderse de los hechos y de la búsqueda de la verdad de los temas tratados para favorecer la cómoda y complaciente autoafirmación y la excesiva ignorancia. El secretismo ampara la creación de dichos fenómenos. Una enseñanza con las TIC y su trasfondo ‘secreto’ fomenta en gran medida que sea el propio consumidor —estudiantes y docentes— quien encuentre y construya su propia ignorancia, sesgo y círculo cerrado al buscar en Google, en Wikipedia o en las redes sociales información que no es necesariamente conocimiento, sino solo datos —o información sin filtrar (o filtrada por otros)— no fundamentados y sin una mínima forma de principios generales. La información de las TIC puede generar confusión, vértigo, hastío, como si todo empezase de nuevo continuamente y hace que lo que debiera ser conocimiento sea solo un embrollo de datos y opiniones. Se trata de una ignorancia que comienza a imponerse y a valorarse, en la medida en que es social y compartida, y que hace que el usuario se sienta protegido y escudado en sociedades cerradas que se refuerzan mutuamente (Álvarez Pérez, 2021: 212). Y la crítica a la noción de transparencia no hace sino ahondar en ello.

Este fenómeno de aislamiento social y secretismo en grupos no es inherente a las TIC y a la enseñanza online ‘obligatoria’, pero estas lo refuerzan.17 Ya se daba y da en la enseñanza presencial personal (Sola et al., 2020; Álvarez Pérez, 2021). El problema que nos interesa aquí es, lo reiteramos, que esto puede generar sociedades tribales, incluso reductos metafísicos para iniciados en filosofía, en las que el conocimiento se constriña más allá de lo operativo y el talante aperturista del saber (universitario, universal) mengüe. Por ello hemos criticado y seguimos criticando, consideramos que razonadamente, el hermetismo de la filosofía neo-metafísica y neo-gnóstica de Han —cuando se queja de la transparencia actual—, la generación de sociedades cerradas gracias a ciertos usos de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), la Φ-palabrería (o cháchara filosófica) y la tecno-palabrería. Es en este sentido como hemos pretendido desmontar (parcialmente) a Han.

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* Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i PID2020-113449GB-I00 (Las políticas epistémicas en la ciencia reguladora: evaluación de riesgos y evaluación de beneficios), financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033/. Agradezco la ayuda de la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España.

* Filiación: Dpto. de Filosofía. Facultad de Filosofía y Letras, Universitat de les Illes Balears (UIB)

Dirección postal: Ctra. Valldemossa, km 7,5. 07122 Palma (Illes Balears), España

Correo electrónico: juanbautista.bengoechea@uib.cat

1 Si bien nos interesa ante todo La sociedad de la transparencia (2012), otros títulos que subyacen aquí son Hegel y el poder (2005), Sobre el poder (2005), La sociedad del cansancio (2010), En el enjambre (2013) y La expulsión de lo distinto (2016), publicados en Herder en su versión española.

2 En realidad, nos referimos casi exclusivamente a su libro de 2012, La sociedad de la transparencia, por dos motivos: porque, entre los libros de Han, es el que está vinculado más directamente por su título con lo que aquí queremos expresar y porque, salvo algunas ideas añadidas en cada libro, no demasiadas de hecho, hay especulaciones que se repiten una y otra vez de libro a libro y de partes de libro a otras partes de libro, incluso literalmente. En el polo opuesto a Han y desde una perspectiva naturalista que también se preocupa por la dedicación que la ciencia le debe a lo humano, véanse las reflexiones del biólogo Ludwig von Bertalanffy (1967: 23ss).

3 Mantener sin más miramientos que la posverdad es un fenómeno novedoso o posmoderno puede ser una exageración a la luz de las muchas narrativas que encontramos en la historia del pensamiento acerca de fenómenos parecidos al bullshit (falta de respeto por el valor de verdad) y a la mentira. Un texto ilustrativo de ello es la Breve historia de la mentira (2001), de Maria Bettetini (Madrid, Cátedra, 2002).

4 La jerigonza “es cualquier tipo de lenguaje incomprensible o difícil de entender y no uno preciso; más aún, es un tipo de comportamiento basado en el engaño y el fraude e, incluso, cualquier actividad, instrumento o máquina que, por su complejidad, no puede describirse con facilidad” (Alonso, 1990: 29).

5Pérez Álvarez (2021) atina, y con bastante retranca, al poner en duda enfermedades y síndromes que se venden a quien más alto puja. En el caso concreto de la ‘psicopalabrería’, con su lenguaje en parte técnico y en parte vulgar, aquella es “la jerga psicológica presta a ser calderilla de psicología barata” que “alude al uso de términos y supuestas explicaciones psicológicas sin rigor de cualquier asunto humano” y se refiere a síndromes a menudo inventados o que tan solo son nombres de algo o de nada (Pérez Álvarez, 2021: 213). Para el fenómeno de la venta de enfermedades (disease mongering), véase Conrad (2007). Para una introducción clara y sensata a la noción de información, véase Floridi (2010).

6 La cuestión de la transparencia no está exenta de vínculos directos con el tema de la velocidad, al menos en algunos textos de Han (El aroma del tiempo (2009), No-cosas (2021)) y en sus derivaciones a partir de ciertas reflexiones de Baudrillard, entre otros, pero no es una cuestión que podamos tratar aquí.

7 Me refiero al tipo de misterio que Nagel, en sus reflexiones acerca de la relación ‘mente-cuerpo’, vincula a la conclusión de que “hay hechos que no consisten en la verdad de proposiciones expresables en un lenguaje humano” (Nagel, 1971: 171). La denominación tiene un largo recorrido, ante todo de la mano de Daniel Dennett y su conciencia explicada.

8 Para un nuevo modo de hacer filosofía no basada en intuiciones demasiado arriesgadas, cf. ‘Normativity and Epistemic Intuitions’ de Winberg, Nichols y Stich (2001).

9 Vale la pena confrontar estas disquisiciones con un análisis ‘positivo’ del poder, en el sentido de Han; es decir, un estudio supuestamente llano, sin aristas, mentalmente plano. Me refiero a Power, de Bertrand Russell (1938).

10 El sentido del humor de Chesterton acierta cuando señala que hay filósofos tan sofisticados (se refiere a Nietzsche, pero bien podríamos mentar a Hegel) que ni siquiera los mejores literatos han podido captar su profundo mensaje. La doctrina de Nietzsche predicaba que la moralidad altruista era un invento de esclavos erigido para que los seres superiores no los gobernasen. Las mentes filosóficas apasionadas siempre han visto esto como una idea inaudita, hasta el punto de creer que Shakespeare, entro otros, nunca pudo imaginarla. Añade entonces Chesterton: “Vayan al último acto de Ricardo III y, resumido en apenas dos líneas de Shakespeare, encontrarán todo lo que Nietzsche tenía que decir al respecto” (Chesterton, 1950: 19). El escritor ya había anticipado la moral de amos y esclavos del alemán. ¿Qué aporta el escritor? Inteligencia, decencia y saber estar: puso la idea en la voz de un jorobado medio loco en vísperas de una derrota; mostró esa rabia contra los débiles en boca de un enfermo, “un hombre como Ricardo III, un hombre como Nietzsche” (Chesterton, 1950: 20). Algunos pensadores podrían ser o haber sido menos soberbios y aceptar que también otros pensaron, al igual que ellos, y a menudo más acertadamente, sobre ciertos asuntos.

11 Un escenario futurista que podría resumir esta finalidad de Han aparece en Guía del autoestopista galáctico (1979), cuando los alienígenas construyen un superordenador para ‘encontrar’ la respuesta definitiva al sentido de la vida, el universo o la conciencia. El ordenador no se arredra y ofrece la respuesta: “42”. Todos atónitos ante esto que es un mero dato, algo que no comprenden, se ponen manos a la obra para construir un súper-súper-ordenador que responda a la cuestión del ‘42’. Al igual que Shakespeare frente a Nietzsche (véase la nota previa), aquí también Douglas Adams recurre al humor y no pierde el tiempo con grandes metafísicas ‘novedosas’ que nos digan que, si únicamente cuantificamos (en) la vida, vamos por el mal camino.

12 Otros problemas derivados de la falta de ‘presencialidad’ tienen que ver con la gestión del aula, la motivación, la instrucción (para pensar (conjeturar, proponer hipótesis), escribir, resumir y retroalimentarse en contenidos y métodos), la planificación, la comprensión de conexiones conceptuales y de patrones, la apertura de miras, la capacidad inquisitiva y la crítica intelectual. Para el caso de las loas a la incorporación de las TIC en la enseñanza (superior), ante todo durante el periodo de la pandemia de 2020 y 2021, véase, por ejemplo, Bruggeman et al. (2021).

13 La cuestión subyacente a la injusticia epistémica radica en saber cómo buscamos, empleamos, comunicamos y evaluamos la información de la red. Lo que sucede es que desconocemos cuál es nuestro perfil completo (identidad) y conducta online porque (1) por el mero hecho de estar presente online, el usuario genera múltiples avatares y perfiles estadísticos que dan forma a su identidad online, y (2) los datos generados pertenecen a las plataformas, las cuales tienen marcos normativos diferentes en términos de derechos del usuario para controlar esos datos. A menudo, los usuarios no se percatan de las políticas de las plataformas ni de otros derechos (Origgi y Ciranna, 2017: 306).

14 Para una reflexión ágil y entretenida acerca de este tema, véase el capítulo 4 (‘El bucle sobre ti mismo’) de Pariser (2011).

15 Scruton se refiere al lenguaje de Zizek. Según Scruton, este lenguaje se caracteriza por aparentar la misma autenticidad que las denuncias que aparecían en Pravda y otras publicaciones de la extinta URSS.

16 El método de trabajo aparece especificado en las páginas 308 y 309. Por cuestiones de espacio y temática, no nos detendremos en ello.

17 Martin Anderson fue uno de los primeros intelectuales (y políticos) en arremeter con virulencia contra el sistema educativo universitario americano, corrupto según él, y sus ‘nuevos’ sistemas de enseñanza fraudulenta (Anderson, 1996: 63ss). Respecto del carácter cerrado de partes de la academia, de esas camarillas disciplinarias, por ejemplo, señala que algunos ámbitos de estudio son tan pequeños que “todos los involucrados en ellos se conocen mutuamente, de modo que unos amigos evalúan a otros y premian posteriormente a quienes los evaluaron favorablemente” (Anderson 1996: 82). La revisión por pares se gestiona con el mismo respeto que la confesión en la Iglesia Católica, señala; es inconcebible que alguien viole los cánones del gremio. Anderson, no obstante, espera, esta es la parte optimista, que algún día todas estas cosas salgan a la luz. Desconocía entonces que el cinismo actual, sobre todo el más brioso, el de los más ingenuos antaño, ha superado con creces los escenarios de luces y taquígrafos.