SCIO: Revista de Filosofía

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Y AÚN MÁS AL FONDO DEL BULLSHIT. EL PAPEL DE LA FALSIFICACIÓN DE PREFERENCIAS EN LA DIFUSIÓN DEL OSCURANTISMO EN LA TEORÍA SOCIAL Y EN LA SOCIEDAD1

AND EVEN DEEPER INTO BULLSHIT. THE ROLE OF PREFERENCE FALSIFICATION IN THE DIFUSSION OF OBSCURANTISM IN SOCIAL THEORY AND IN SOCIETY

Jordi Tena-Sánchez2
Francisco J. León Medina3

Jesús le dijo: porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron. Evangelio de San Juan 20:29.

Then he tried to blast my claims intellectually. I countered that by a very simple dodge. Whenever he said something that nobody but he could understand, I replied with something which I could not even understand myself. G. K. Chesterton, The Man Who Was Thursday (1908: 53)

Ceux qui niaient le christianisme élevant la voix et ceux qui croyaient encore faisant silence, il arriva ce qui s'est vu si souvent depuis parmi nous, non seulement en fait de religion, mais en toute autre matière. Les hommes qui conservaient l'ancienne foi craignirent d'être les seuls à lui rester fidèles, et, redoutant plus l'isolement que l'erreur, ils se joignirent à la foule sans penser comme elle. Ce qui n'était encore que le sentiment d'une partie de la nation parut ainsi l'opinion de tous, et sembla dès lors irrésistible aux yeux mêmes de ceux qui lui donnaient cette fausse apparence.
A. de Tocqueville, L'Ancien Régime et la Révolution (1952/1856 : 152).

Fortunately, my preoccupation with the darker side of human nature was not without reward. I became more sensitized to the independent streak in the human character, to the spirit that gives one the courage to say "no" when the pressures of the moment demand a "yes."
T. Kuran, Private Truth, Public Lies (1995: xiii).

Resumen: En el presente trabajo se sostienen toda una serie de tesis interrelacionadas. En primer lugar, se argumenta que el escepticismo y el pensamiento crítico no gozan de especial buena salud el ámbito de la teoría social. En segundo lugar, se sostiene que esto es también así a nivel social general. En tercer lugar, se discuten algunos mecanismos que pueden permitir explicar por qué el bullshit y el oscurantismo, y no el pensamiento crítico y el escepticismo, proliferan en ambos contextos. En cuarto lugar, se abordan tres ámbitos donde la crisis del pensamiento crítico resulta especialmente grave, tanto a nivel social como académico: a saber, los movimientos ecologista, feminista y antirracista. En este caso, se defiende que no se trata tan solo de que el bullshit y el oscurantismo estén presentes en estos debates tanto en el campo académico como en el político, sino que existe una relación causal entre ambos ámbitos, así como un proceso de falsificación de preferencias que puede ser peligroso tanto para la libertad intelectual, como para la libertad de expresión y la salud de la democracia. Finalmente, el ensayo se cierra con un apartado de conclusiones donde se exploran algunas posibles vías de solución.

Palabras clave: Libertad de expresión, libertad intelectual, ignorancia plural, escepticismo científico, pensamiento crítico, método científico, sociología analítica.

Abstract: In this work, we try to defend several interrelated arguments. First, we argue that skepticism and critical thinking do not enjoy particularly good health in the field of social theory. Second, we argue that this is also the case at the general social level. Third, some mechanisms are discussed which could explain why bullshit and obscurantism, and not critical thinking and skepticism, proliferate in both contexts. Fourth, three areas are addressed where the crisis of critical thinking is especially serious, both at the social and academic levels: namely, the environmental, feminist and anti-racist movements. In this case, we argue that it is not just that bullshit and obscurantism are present in these debates both in the academic and political fields, but that there is a causal relationship between both areas, as well as a process of preference falsification which may be dangerous for intellectual freedom, as well as for the freedom of expression and for democracy. Finally, we discuss some possible solutions to these problems.

Keywords: Free speech, intellectual freedom, pluralistic ignorance, scientific scepticism, scientific method, critical thinking, analytical sociology.

1. INTRODUCCIÓN

Realizar una contribución para un monográfico sobre “pensamiento crítico” parecería a día de hoy, en los inicios de la tercera década del s. XXI, un ejercicio ideal para un cronista medieval que, como Bernat Desclot o Ramon Muntaner, fuesen capaces de narrar las más grandes gestas e historias de éxito. En el ámbito de la teoría social el adjetivo “crítico” resulta simplemente omnipresente. Como ya señalaran París et al. (2006) hace algunos años, en la academia proliferan los análisis críticos, las teorías críticas, los paradigmas críticos, los artículos críticos, las miradas críticas, etc. Y el panorama parecería aún más positivo para el pensamiento crítico fuera de la institución universitaria. En las escuelas, por ejemplo, el adjetivo “crítico” acompaña multitud de las competencias que nuestros jóvenes (supuestamente) adquieren cotidianamente y es un lugar común que la ciudadanía es cada día más crítica. En este ensayo empero, sostendremos la tesis contraria, que el pensamiento crítico, tal y como este había sido entendido desde, por lo menos, la Ilustración, no goza hoy en día de buena salud, ni en el ámbito de la teoría social ni a nivel social general.

El adjetivo “crítico” se utiliza hoy en el ámbito de la teoría social de manera vaga, sin que quede demasiado claro con qué deberíamos ser críticos y qué implicaciones epistemológicas, teóricas, metodológicas, etc. implica asumir dicha postura (Hammersley, 2005). Con todo, como señala Boudon (2001), podríamos convenir que adoptar una perspectiva crítica supone un cierto compromiso ético-político por parte del teórico de turno para quien la finalidad última de su labor investigadora y docente no sería tanto la generación y transmisión de conocimientos, sino más bien el activismo político y la transformación social. Éste es también el significado en que el término crítico se emplea habitualmente fuera de la academia, en la vida cotidiana. Ser crítico no es sinónimo hoy en día de tener una actitud, una predisposición o un método con el que enfrentarse a la información, sino más bien de adhesión a un conjunto de tesis específicas, como las tesis ecologistas, feministas, antirracistas, etcétera. Al equipararse el espíritu crítico con la adhesión a determinadas tesis, los ejercicios críticos con aquellas tesis dejan de considerase una manifestación más del espíritu crítico. El crítico con las tesis mencionadas no es considerado un crítico “auténtico”, sino un hereje, un reaccionario, un fascista o un machista.

Vale la pena notar que éste no es exactamente el sentido que la expresión “pensamiento crítico” había tenido históricamente. A saber, desde la Ilustración el pensamiento crítico había constituido la base de lo que se ha denominado el escepticismo racional o científico, a saber, la máxima según la cual debemos cuestionar cualquier afirmación que carezca de respaldo empírico. Desde este punto de vista, pensamiento crítico y escepticismo estarían en la base del pensamiento científico. Y desde esta acepción del término, el pensamiento crítico ya no se encuentra en una situación tan positiva como pudiera parecer.

En lo que sigue tratará de argumentarse, en primer lugar, que el pensamiento crítico no goza de excesiva buena salud en el ámbito de la teoría social (y de la filosofía y las ciencias sociales en general). En segundo lugar, se argumentará que esto es también así a nivel social general. En tercer lugar, se discutirán, muy brevemente, algunos mecanismos que pueden permitir explicar por qué el bullshit y el oscurantismo, y no el pensamiento crítico y el escepticismo, proliferan tanto en el ámbito de la teoría social, como en la sociedad en su conjunto. En cuarto lugar, se abordarán tres ámbitos donde -a nuestro juicio- la crisis del pensamiento crítico resulta especialmente grave, tanto a nivel social como académico: a saber, los movimientos ecologista, feminista y antirracista. Tratará de argumentarse, de manera más ambiciosa, que en este caso no se trata tan solo de que el bullshit y el oscurantismo estén presentes en estos debates tanto en el campo académico como en el político, sino que existe una relación causal entre ambos ámbitos, así como un proceso de falsificación de preferencias que puede ser peligroso tanto para la libertad intelectual como para la libertad de expresión y la salud de la democracia. Finalmente, el ensayo se cerrará con un apartado de conclusiones.

2. BULLSHIT Y OSCURANTISMO EN LA TEORÍA SOCIAL, UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

Las ciencias sociales y la filosofía contemporáneas se encuentran ampliamente parasitadas por lo que se ha denominado bullshit (Cohen, 2002, Frankfurt, 2005) u oscurantismo (Elster, 2007: cap. 27). Es preciso aclarar que gran parte del trabajo en dichas disciplinas satisface los más elevados estándares de rigor y representa contribuciones valiosas en los diferentes campos. No obstante, también lo es que ese trabajo riguroso se ve empañado por la presencia de escuelas y teorías como el posmodernismo, la teoria poscolonial, las teorias de los subalternos, el deconstruccionismo, el psicoanálisis kleiniano o lacaniano, buena parte de la producción en el campo de los estudiós de genero, etc., así como por la influencia ejercida por algunos de los considerados como grandes representantes de la teoría social, como Pierre Bourdieu, Michel Foucault, Niklas Luhmann, Jacques Derrida o Zigmunt Bauman, por citar tan solo un puñado de nombres. En no pocas ocasiones, los trabajos provenientes de esos ámbitos (y de algunos otros), como señala Noguera (2006), “desconocen (incluso abierta y orgullosamente) dichos estándares; o, aún peor, a menudo algunas buenas prácticas quedan empañadas, ocultas o disfrazadas bajo una serie de pantallas que pasan por “teoría social”, y que vician e impiden apreciar con claridad y explicitud lo que de valioso se puede hacer y se hace en ciencia social.”

Si acaso al lector pudiera parecerle que este diagnóstico es exagerado y quizá incluso injustificado, a continuación se expondrán algunos ejemplos de prácticas indefendibles desde un punto de vista intelectual que pasan por casos paradigmáticos de la más elevada teoría social.4

Definiciones vagas e imprecisas de conceptos.

Como es bien sabido, la labor científica no puede avanzar sin contar con conceptos definidos de forma precisa y operativizable. No obstante, esto no es siempre reconocido así en ciencias sociales y filosofía, donde es habitual que se cuestione la posibilidad, e incluso la bondad, de contar con definiciones precisas (Eagleton, 1990, Weitz, 1956). Sin llegar a esos extremos, es habitual que se empleen definiciones vagas e imprecisas, difícilmente operativizables, que hacen imposible discernir de manera clara qué cae dentro del ámbito de la definición y qué no. Por ejemplo, si nos centramos en uno de los conceptos más importantes en teoría social -el de poder-, Pierre Bourdieu definía poder simbólico del siguiente modo:

El poder simbólico, poder subordinado, es una forma transformada, es decir, irreconocible, transfigurada y legitimada, de otras formas de poder: no se puede ir más allá de la alternativa entre los modelos energéticos que describen las relaciones sociales como relaciones de fuerza y los modelos cibernéticos que hacen de ellas relaciones de comunicación, más que a condición de describir las leyes de transformación que rigen la transmutación de las diferentes especies de capital en capital simbólico y en particular el trabajo de disimulación y de transfiguración (es decir, de eufemización) que asegura una verdadera transubstanciación de las relaciones de fuerza haciendo desconocer-reconocer la violencia que encierran objetivamente y transformándolas así en poder simbólico, capaz de producir efectos reales sin gasto aparente de energía.” Poder, derecho y clases sociales. (2000: 98).

Y aún otro de los grandes nombres de la teoría social contemporánea, Michel Foucault, (Historia de la Sexualidad, 1977: 112 y ss.) haciendo referencia al biopoder, sostenía que:

Por poder hay que entender la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización; el juego que por medio de luchas y enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las invierte; (...) los corrimientos, las contradicciones que aíslan a unas de otras.

(...) Omnipresencia del poder: no porque tenga el privilegio de reagruparlo todo bajo su invencible unidad, sino porque se está produciendo a cada instante, en todos los puntos(...). El poder está en todas partes.

(...) El poder no es institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada.

Sin ánimo de entrar en un análisis detallado de estas definiciones, puede observarse como estas resultan simplemente inútiles. Son tan imprecisas que es imposible determinar si un caso determinado entra o no dentro de la definición. Si nosotros le pedimos a usted amablemente que nos indique por dónde se va al cajero automático más cercano, ¿estamos ejerciendo poder sobre usted a partir de lo que se estipula en estas definiciones? ¿Y si lo amenazamos con un revolver y le decimos que nos dé todo el dinero que lleva encima? La verdad es que, a partir del contenido de las definiciones, podríamos argumentar una cosa o la contraria a nuestro gusto, produciéndose la negativa consecuencia de que dos personas que empleen la misma definición habitualmente discreparán sobre si los casos concretos constituyen o no casos de ejercicio de poder.

Adicionalmente, de manera aún más grave, el efecto de la falta de precisión en los conceptos propuestos implica además situar la propuesta a salvo de la crítica, pues ésta tiene como prerrequisito la claridad y precisión de lo que se somete a cuestionamiento. Si uno intenta criticar estas definiciones en el ámbito académico probablemente será acusado de no haber entendido “lo que realmente quería decir” el autor, desplazándose así la atención del contenido de la crítica a las incapacidades intelectuales de quien objeta. La oscuridad es un mecanismo de defensa frente a las críticas.

Discurso ininteligible

En su obra Sistemas Sociales (1984: 119), N. Luhmann, uno de los principales exponentes del neofuncionalismo, argumenta que:

El sistema social es un sistema precisamente porque no existe ninguna certeza básica de su estado, ni pronósticos acerca de su comportamiento basados en ello. Sólo se controlan las incertidumbres que resultan de ello con respecto a la propia conducta de los participantes. Las posibilidades de asegurarse de su propia conducta en tal situación están limitadas (estructuradas) por la formación del sistema. Sólo así se genera la reproducción autopoiética, la acción por la acción.

Como es habitual en este tipo de casos, es complejo realizar una crítica del argumento de Luhmann, pura y simplemente porque es imposible discernir cuál es exactamente el argumento que trata de defenderse. Como argumenta Elster (2007), probablemente sea más fructífera la vía de Sokal de tratar que sean ellos mismos los que tiren piedras contra su propio tejado. En aquel caso, como es bien sabido, Sokal consiguió (firmando con pseudónimo), que la prestigiosa revista postmoderna Social Text le publicase un artículo lleno de sinsentidos en el que se sostenía que la gravedad cuántica era en realidad un constructo social.5

La ocurrencia como substituto del análisis científico

Otro de los elementos comunes a estas aproximaciones es la presentación de argumentos que, si bien podrían llegar a ser inteligibles, no son más que el producto de las ocurrencias de los pensadores. Estos argumentos carecen del apoyo empírico que se exige a las tesis científicas y son valorados generalmente por su originalidad, su creatividad, su ingenio, su radicalidad o su capacidad de producir asombro y provocación.

Recientemente, Peter Boghossian, James A. Lindsay y Helen Pluckrose dieron una vuelta de tuerca al escándalo Sokal en el llamado grievance studies affair. Estos autores consiguieron publicar (obviamente con pseudónimos) artículos en los que llevaban al extremo el absurdo de sus tesis: ya no sólo presentaban argumentos sin sentido, sino argumentos con sentidos disparatados, grotescos, que sin embargo eran presentados con toda la parafernalia discursiva propia de la verborrea posmoderna. Defendían, por ejemplo, la existencia de una cultura de la violación de los perros en los parques caninos, o la efectividad de la auto-penetración anal con juguetes sexuales en hombres como método para reducir su transfobia. El escándalo no solo volvió a poner sobre la mesa la ausencia de criterios de calidad en un determinado sector de las ciencias humanas y sociales, sino que, de manera más importante, sirvió para denunciar la existencia de una cultura académica que considera cualquier ocurrencia de los pensadores críticos como conocimiento de lo social, al tiempo que desprecia como “positivista” el trabajo analítico y empírico riguroso y metódico.

Argumentos teleológicos y otros errores lógicos

Refiriéndose a la prisión y a la penalidad en su conjunto, sostenía Michel Foucault en Vigilar y Castigar (2000: 277) que:

Pero quizás haya que darle la vuelta al problema y preguntarse de qué sirve el fracaso de la prisión, para qué son útiles (...): pertinacia de la delincuencia, inducción a la reincidencia, transformación del infractor ocasional en delincuente habitual (...) Quizá habrá que buscar lo que se oculta bajo el aparente cinismo de la institución penal (...) ¿No se puede ver ahí más que una contradicción una consecuencia? Sería preciso entonces suponer que la prisión (...) no están destinados a suprimir las infracciones (...), sino más bien a distinguirlas, (...); que tienden no tanto a volver dóciles a quienes están dispuestos a transgredir las leyes sino que tienden a organizar la transgresión de las leyes en una táctica general de sometimientos. La penalidad sería entonces una manera de administrar los ilegalismos (...)”

Este pasaje, a nuestro juicio, resume a la perfección algunos de los vicios más habituales en la moderna teoría social. El fragmento, en primer lugar, roza la ininteligibilidad, de manera que no podemos garantizar que la interpretación que nosotros defendemos sea la que el autor (si alguna) tenía en mente. Foucault parece sostener aquí que el legislador diseña la penalidad con la finalidad consciente de acabar con la delincuencia, el resultado obtenido es el contrario (reincidencia, etc.) Pero el filósofo galo, lejos de ver aquí un simple efecto perverso, parece pretender sostener que la penalidad tiene precisamente ese objetivo (el de generar reincidencia, etc.) De ese modo, la penalidad, en tanto que institución, tendría un objetivo oculto y formaría parte de un gran plan que ningún sujeto ha elaborado o llevado a cabo conscientemente. Pueden verse aquí, por tanto, las características típicas de las explicaciones funcionales: teleología objetiva y explicación por consecuencias.

Más allá de este problema, el pasaje presenta algunos otros graves problemas. De manera destacada, el argumento simplemente se sugiere entre líneas en lugar de sostenerse con claridad. Como sostiene Elster (1988), el recurso a las preguntas retóricas no es más que una trampa argumental.

Tesis infalsables

La defensa de tesis infalsables y el desprecio por la evidencia empírica es, por desgracia, otro vicio recurrente en la teoría social contemporánea. Pese a que los ejemplos contemporáneos proliferan por doquier, en este caso hemos preferido citar a un clásico: Sigmunt Freud. La elección se debe a que los trabajos de Freud se continúan enseñando en la actualidad en numerosas facultades de ciencias sociales como si se tratase de teoría social y psicológica vigente, desconociendo sus problemas, así como que los trabajos de Freud han quedado ampliamente superados por las aportaciones provenientes de ámbitos como la psicología evolucionaria o la cognitiva.

El año 2009, la editorial del número 461 de la revista Nature sostenía lo siguiente:

Anyone reading Sigmund Freud’s original work might well be seduced by the beauty of his prose, the elegance of his arguments and the acuity of his intuition. But those with a grounding in science will also be shocked by the abandon with which he elaborates his theories on the basis of essentially no empirical evidence.

Quizá el ejemplo más paradigmático del problema provenga de la teoría de la interpretación de los sueños. Freud estipulaba que los sueños, en la línea de lo que se creía en la cultura popular, tenían un sentido y que, más concretamente, en ellos la mente trataba de satisfacer nuestros deseos incumplidos durante la vigilia. Como en otros casos, Freud construye su teoría prácticamente sin evidencia empírica, simplemente a partir de la interpretación de un sueño propio (Mulet, 2015: 186 y ss.). Y a partir de ahí trata de amoldar el resto de casos a la teoría. Adicionalmente, la teoría y las hipótesis que se derivan son tan vagas y poco informativas que es imposible que éstas sean falsadas. Siempre existirá alguna interpretación posible para cualquier sueño. Es más, siempre existirán innumerables interpretaciones posibles para cualquier sueño, de manera que si le contamos el mismo sueño a diversos psicoanalistas cada uno de ellos nos ofrecerá una interpretación subjetiva, sin que sea posible determinar cuál (¿alguna?) es la correcta.

De manera general, el psicoanálisis ha sido siempre un ejemplo paradigmático de lo que constituye una teoría imposible de falsar. La preferencia de un hombre por las mujeres morenas podría explicarse por el hecho de que, durante el complejo de Edipo, el hombre tomó a su madre morena como modelo de lo deseable. El problema es que la preferencia de ese mismo hombre por las mujeres rubias habría sido explicada también por el complejo de Edipo, pues se interpretaría como una formación reactiva frente a la culpa experimentada por el deseo de la madre morena, conduciendo así al sujeto a buscar modelos de mujer alternativos. Cualquier evidencia puede ser interpretada de tal modo que sirva para confirmar la tesis de que existe un complejo de Edipo.

En ese sentido, las teorías feministas también suelen sufrir del mismo mal. Si, por ejemplo, los datos apuntasen que la violencia se ve como más aceptable cuando se ejerce sobre mujeres, ello se interpretaría como la evidencia de la dominación masculina y su legitimación de prácticas culturales de sometimiento de la mujer, pero si los datos apuntasen que la violencia se ve como menos aceptable cuando se ejerce sobre mujeres, entonces ello se interpretaría como evidencia de que, bajo el patriarcado, se construye una concepción paternalista y condescendiente de las mujeres, a las que se concibe como sujetos débiles que deben ser protegidos. Si los hombres no expresan sus sentimientos y preocupaciones, es porque el machismo interiorizado se lo impide, y si los hombres sí expresan sus sentimientos y preocupaciones, es mero mansplanning emocional, mera voluntad machista de invisibilizar los problemas de las mujeres. Observemos una cosa o su contraria, la teoría nos permite interpretarlo como algo negativo de lo que culpar al “heteropatriarcado”.

3. BULLSHIT Y OSCURANTISMO EN LA SOCIEDAD, UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

Si abandonamos la academia de ciencias sociales y filosofía la situación resulta igualmente preocupante para el pensamiento crítico. Las pseudociencias, pseudomedicinas, las teorías de la conspiración, etc. están al orden del día y aprovechan las nuevas oportunidades brindadas por las nuevas redes sociales digitales para extenderse a mayor velocidad de lo que lo habían hecho nunca. En ocasiones, la extensión del oscurantismo es facilitado e incluso promovido desde las propias universidades, hospitales e instituciones públicas en general. La extensión de las pseudociencias y los conceptos carentes de cualquier valor científico en los distintos Institutos de las Ciencias de la Educación de las universidades españolas, encargados entre otras cosas de la formación pedagógica de nuestros docentes universitarios, merecería un capítulo aparte. En el terreno de la pseudomedicina, uno de los ejemplos más paradigmáticos a nivel español viene dado por la Cátedra de Homeopatía que durante varios años existió en la Universidad de Zaragoza (Mulet, 2015: 146 y ss.). Siendo uno de los ejemplos más graves, éste no es un hecho aislado, sino más bien todo lo contrario.6 Como señala el propio Mulet, esto se explica por una convergencia de intereses. Por un lado, las universidades necesitan financiación adicional, y las cátedras de empresas pueden ser una buena opción para gestores con principios poco sólidos. Por el otro, los practicantes de las pseudomedicinas buscan revestirse de una legitimidad académica que no pueden obtener por la vía de las publicaciones en revistas indexadas con revisión por pares, de manera que una cátedra en una universidad ayuda a revestir a la pseudomedicina de una seriedad y legitimidad de la que en realidad carece. Las pseudoterapias han entrado también en los propios hospitales, con ejemplos como el del hospital Ramón Cajal de Madrid que ofrecía Reiki como “terapia” complementaria para pacientes oncológicos y, ni que decir tiene, en las farmacias, donde es habitual encontrar todo tipo de productos pseudomedicinales. En la miasma línea, resulta alarmante que una encuesta realizada a 1412 pediatras españoles (todos ellos socios de la Asociación Española de Pediatría) revelara que el 32% de ellos consideran la acupuntura como una ciencia, que uno de cada 10 consideraba que la magnetoterapia también era una ciencia, y que el 28% había recomendado la homeopatía a sus pacientes en alguna ocasión (Piñeiro et al., 2020).

Y aún el mismo sentido, es habitual que en los gimnasios (también en los gimnasios de universidades, subvencionados con fondos público) se ofrezcan cursos basados en métodos pseudocientíficos como el Fendelkrais o el popular yoga. Y el etcétera, en este caso, más que largo sería larguísimo, casi interminable.

La extensión de la creencia en las pseudociencias y las pseudomedicinas es preocupante. Según la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en España (FECYT 2016), el 68,6% de la población confía en la acupuntura y el 59% en la homeopatía, un 23% en los curanderos y un 15% en el horóscopo, siendo las mujeres más propensas que los hombres a estas creencias. Y más allá de las pseudoterapias, la creencia en todo tipo de oscurantismo (desde las nuevas religiones new age hasta las teorías de la conspiración) se haya ampliamente extendida a nivel social: por ejemplo, otro informe de la FECYT señala que el 25% de los españoles creen que las farmacéuticas ocultan los riegos de las vacunas (Lobera y Cabrera, 2021).

4. ¿QUÉ MECANISMOS EXPLICAN EL ÉXITO DEL BULLSHIT Y EL OSCURANTISMO EN LA TEORÍA SOCIAL Y EN LA SOCIEDAD?

Existen una pluralidad de razones explican el éxito de este tipo de creencias. Algunos de ellos acaban de mencionarse: si voy a la farmacia porque estoy acatarrado y el dependiente me ofrece unos comprimidos homeopáticos que me ayudarán, es probable que (a no ser que esté informado sobre el tema) confíe en el consejo. Como que, además, el catarro se marchará igual con ayuda de medicamentos o sin ella, es fácil que cuando al cabo de unos pocos días me encuentre mejor, atribuya la mejora a los comprimidos.7

Más allá de estos ejemplos, existen también numerosos mecanismos psicológicos que permiten explicar el éxito del oscurantismo (tanto en la universidad como fuera de ella). Entre ellos destacan mecanismos como el completado, la aversión al azar y a la casualidad, la ilusión de comprensión o la falacia narrativa (Elster, 2007: cap. 15, Kahneman, 2011). Nuestro cerebro busca constantemente patrones en los inputs informacionales que recibimos. Esta tendencia, que ha sido seleccionada por la evolución merced a que resulta adaptativa, nos lleva también en ocasiones a cometer errores y ver patrones allí donde no existen. “Reconocemos”, por ejemplo, caras en las nubes o creemos que el día de nuestro nacimiento tiene alguna relación con nuestros rasgos de carácter o con nuestra fortuna (o la falta de ella). En paralelo, el mundo que nos rodea y nuestra propia vida nos parecen fáciles de comprender y, por tanto, predecibles y controlables. Tendemos a pensar que si somos inteligentes y nos esforzamos lo suficiente conseguiremos nuestras metas, ignorando el papel de la incertidumbre, así como del simple azar. En este sentido, nos llaman la atención las historias de éxito, desde Bill Gates hasta Lenin (dependiendo de nuestras inclinaciones políticas) y tendemos a explicarlas de forma simplista, a partir de unas cuantas decisiones clave, el acierto en la toma de las cuales atribuimos en exclusiva al mérito de los protagonistas. A la inversa, nos sorprende que nadie predijese hechos “obvios a posteriori” como la caída del comunismo o el éxito de Instagram y los atribuimos a la incompetencia de los protagonistas. Y en este último punto encontramos terreno abonado, por ejemplo, para las teorías de la conspiración. Nos parece imposible que nadie se percatase de que se estaban preparando los atentados del 11S, o nos parece increíble que el coronavirus de Wuhan pueda tener su origen en un hecho, aparentemente tan simple, como un salto casual de una especie a otra. Nos resulta mucho más atractivo sospechar de la maldad de las élites y creer que el primero constituye un caso de atentado de falsa bandera, mientras que el segundo fue en realidad creado en un laboratorio secreto, obra de Bill Gates, o cualquier otra teoría por el estilo.

Mecanismos como el completado permiten explicar también, al menos parcialmente, el éxito de determinados planteamientos en el campo de las ciencias sociales. A este respecto, teodiceas negativas como las planteadas por autores como Foucault o Bourdieu explotan también nuestra tendencia a ver patrones allí donde no existen, así como nuestra aversión al azar y a la casualidad (Elster, 1988: cap. 2, 2007: cap. 15).

Este tipo de mecanismos permite explicar por qué este tipo de creencias tiene éxito en una población mal informada y con lagunas de formación científica, pero son insuficientes para explicar su (cada vez más) rápida difusión a nivel social. En este punto es necesario tener en cuenta también el papel que juegan diversos mecanismos de influencia social. A saber, el hecho de que la gente que me rodea o mis contactos en las redes sociales (también las virtuales) de las que formo parte crea, por ejemplo, que el Apollo 11 nunca se posó sobre la superficie de la Luna, aumenta las probabilidades de que yo también lo crea. Esto es así merced a mecanismos de influencia social de tipo cognitivo, como la heurística de la prueba social (que mucha gente crea que X es cierto aumenta las probabilidades de que yo también lo crea porque tendemos a pensar que la mayoría tiene razón), pero también normativo. En este sentido, los seres humanos buscamos la aceptación de nuestros pares, de manera que evitamos discrepar de la opinión de la gente que nos rodea (enseguida profundizaremos en esta última idea).

5. BULLSHIT, OSCURANTISMO Y FALSIFICACIÓN DE PREFERENCIAS EN ALGUNOS MOVIMIENTOS ACADÉMICO-POLÍTICOS

A nuestro juicio existen tres grandes temas, centrales en el debate académico y político actual, como son el ecologismo, el antirracismo y el feminismo, que se hallan ampliamente viciados por la presencia de bullshit y oscurantismo y -por muy paradójico que pueda parecer- por la ausencia de reflexión crítica. Hasta ahora a lo largo de este trabajo nos habíamos referido a ejemplos de oscurantismo en la academia y en la sociedad, pero no se había sostenido que hubiese ningún tipo de relación causal entre ambos ámbitos. En este sentido, simplemente se había argumentado que en ocasiones las universidades contribuyen a legitimar ciertas pseudomedicinas por necesidad económica. A continuación, defenderemos dos tesis más fuertes. En primer lugar, desde nuestro punto de vista, en al menos dos de estos tres ámbitos (sexo y raza8) existen interconexiones importantes entre la academia y la sociedad. Concretamente, nuestro argumento es que las posturas académicas de moda sobre estos temas (normalmente posmodernas) han salido del ámbito académico y han penetrado con fuerza en la sociedad y, sobre todo, en el debate político y mediático.

En segundo lugar, desde nuestro punto de vista, en ambos temas, tanto en la academia como en el debate político-mediático, se ha generado una dinámica de falsificación de preferencias que vicia la deliberación pública y que constituye una amenaza, a nuestro juicio, seria, para la libertad intelectual, así como para la libertad de expresión y la democracia.

En los tres casos nos encontramos, en nuestra opinión, ante movimientos que denuncian algunos problemas reales y graves, pero que llevan a cabo un diagnóstico frecuentemente erróneo que lleva a plantear políticas y soluciones que podrían llegar a ser extremadamente contraproducentes. Que el ecologismo constituye un movimiento que ha abrazado hace ya mucho tiempo algunos planteamientos claramente anticientíficos resulta, a nuestro modo de ver, una tesis trivial.9 El rechazo de los transgénicos o de la energía nuclear contra toda la evidencia y los argumentos disponibles constituirían dos casos paradigmáticos.

En lo que respecta al antirracismo (en sentido amplio) y al feminismo, puede decirse que la crítical race theory y la teoría del heteropatriarcado comparten algunos rasgos esenciales. En primer lugar, las causas de las desigualdades que denuncian se consideran “complejas”, y gracias a este calificativo sus defensores se liberan de la obligación de analizarlas, pues cualquier análisis es supuestamente incapaz de captar esa complejidad (especialmente con los métodos de una ciencia que se considera occidental y masculina). En segundo lugar, esa complejidad puede ignorarse pues acaba produciendo una única causa de todo lo observado: la whiteness, o el racismo sistémico, es la causa de la desigualdad entre blancos y “personas racializadas”, y el heteropatriarcado es la causa a la que responsabilizar de todas las desigualdades observadas entre hombres y mujeres. En tercer lugar, la supuesta estructura de dominación invisible sirve para deducir de ella proposiciones obviamente racistas, como por ejemplo la idea de que existe la “blanquedad” (whiteness), un concepto de definición imprecisa pero que es suficiente como para fundamentar la idea de que los blancos (todos) son esencialmente racistas, o proposiciones obviamente sexistas, como la idea de que todos los hombres, en la medida en que han sido socializados en el patriarcado, son unos machistas. A ambos se les invita a un ejercicio de contrición, a revisarse y reconocer sus pecados, a deconstruirse para luchar contra los demonios que la sociedad ha puesto en su interior y contra los que no han querido resistirse. En general, estos esquemas maniqueos sirven para generar categorías dicotómicas, un “nosotros, los buenos” frente a un “ellos, los malos”, sobre las que evaluar individuos concretos, ignorando el principio liberal de no valorar a nadie en función de las características medias del grupo al que pertenece, y dando pie a políticas y propuestas sobre las que no cabe ni discusión ni matiz. Los blancos que cuestionan la critical race theory no hacen más que confirmar la tesis de que son racistas. Los negros que la cuestionan son colaboracionistas. Los hombres que discuten alguna tesis feminista evidencian así un machismo interiorizado que les conduce a aleccionar a las mujeres sobre su movimiento (aunque, al mismo tiempo, “el feminismo es igualdad”). Las mujeres que cuestionan las tesis del feminismo mayoritario son alienadas o “apatriarcadas”. Sobre esos diagnósticos también se justifican políticas que antaño habrían sido consideradas segregacionistas, como la creación de espacios “sólo para negros” o “sólo para mujeres”, y el conjunto de políticas de discriminación positiva, en las que se acaba dando preferencia, en función del sexo o el grupo étnico o racial, a personas que con una serie de criterios públicos y transparentes serían clasificados por detrás de otros que quedan excluidos.

Resulta extremadamente problemático el hecho de que estos planteamientos hayan sido asumidos desde las instituciones, generando una apariencia de consenso sobre la que es costoso discrepar. El pensamiento antisistema y “crítico” ha sido recibido con los brazos abiertos por “el poder”. Y desde allí emplea todos los resortes y mecanismos típicos del poder que “los críticos” siempre habían puesto en su punto de mira. Entre ellos, podemos destacar tres que ejemplificaremos con algunas de sus manifestaciones en el ámbito académico. El primero es el control de lenguaje. A modo de ejemplo, pueden señalarse las guías, protocolos e incluso normativas sobre el uso del lenguaje “inclusivo” que se aprueban en numerosas universidades españolas y que plantean en grados diversos la necesidad/obligación de emplear una neolengua plagada de expresiones forzadas cuyo efecto en última instancia es que quienes se niegan a su uso no puedan evitar auto–señalizarse como sospechosos en sus comunicaciones cotidianas.

El segundo es el control ideológico de las actividades de los subordinados. Ello queda ejemplificado en la insistencia/vigilancia con la inclusión de la “perspectiva de género” en cualquier materia universitaria, objetivo para el cual se crea toda una estructura de cursos y unidades de supervisión en las que los “expertos” justifican su sueldo haciéndole ver a los profesores que la cultura patriarcal interiorizada es la responsable de que no hubiesen incorporado esa perspectiva antes en los contenidos de sus asignaturas. Todo ello, por supuesto, sin que conste ningún beneficio pedagógico demostrado ni ningún otro efecto positivo más allá de satisfacer un determinado concepto de justicia de un determinado sector de la academia. En esa misma línea, puede señalarse la incorporación de estrictos criterios de paridad en las comisiones de selección de personal, que también pueden satisfacer un determinado y discutible principio de justicia, pero que no se fundamentan en ninguna evidencia de que las personas de distinto sexo tiendan a comportamientos distintos en sus decisiones sobre cómo evaluar y a quién seleccionar.

El tercero es la capacidad de definir qué constituye un problema y qué no, y en este caso, qué constituye un desequilibrio de género a combatir y qué no. Así, por ejemplo, existen campañas (esto es, recursos públicos) para despertar la vocación científica en las mujeres adolescentes, cuando en realidad ya hay tantas mujeres como hombres matriculados en carreras de ciencias en universidades españolas (ellas son el 50,6% en 2021), pero no parece ser un problema de género que los hombres sean ya minoría entre los matriculados en universidad (son el 43,9% en 2021). O, por ejemplo, se señala como problema al que dedicar esfuerzos (esto es, recursos públicos) el hecho de que las mujeres sean minoría en carreras de ingeniería (son el 25,7% en 2021), pero no parece ser un problema de género al que dedicar esfuerzos el hecho de que los hombres sean minoría en ciencias de la salud (son el 28,6% en 2021)10.

Muy pocos, sin embargo, se permiten cuestionar todas estas normas formales e informales que se imponen, fundamentalmente, de arriba hacia abajo, y luego entre los pares. La falsificación de preferencias (Kuran, 1995) se produce cuando las personas ocultan o tergiversan sus verdaderas opiniones y/o deseos por miedo a las sanciones que creen que les aplicarán las autoridades o sus propios conciudadanos. Es un fenómeno omnipresente en la vida cotidiana. Se produce, por ejemplo, cada vez que decimos a alguien que nos gusta su peinado o el estilo con que ha decorado su nuevo piso, cuando en realidad pensamos que tiene un gusto vulgar. Pero, como ya puede intuirse, la falsificación de preferencias va mucho más allá de la vida cotidiana y a menudo constituye un fenómeno con importantes consecuencias sociopolíticas. En este sentido, la gente a menudo falsifica sus preferencias en relación a ciertos temas políticamente candentes. Cuando esta falsificación es masiva, puede llevar a escenarios de ignorancia plural (Elster, 2007: cap. 23), donde una postura minoritaria es percibida como mayoritaria y se impone en el debate público. Esto es lo que sucedía, por ejemplo, en los países del socialismo real. El apoyo público al comunismo era casi absoluto y el consenso en torno a la bondad del régimen parecía extremadamente sólido cuando, en realidad, la gran mayoría de la población se oponía privadamente al mismo, tal y como pudo comprobarse cuando se dieron las condiciones para que la población, repentinamente, revelara sus auténticas opiniones.

Pero la falsificación de preferencias y la ignorancia plural pueden ser un fenómeno importante también en las democracias consolidadas. A menudo nos encontramos ante temas candentes sobre los que hay un consenso público aparente, del que nadie se atreve a discrepar por miedo a las sanciones (en este caso, no tanto por miedo a las sanciones legales, sino a la desaprobación de nuestros conciudadanos). A nuestro juicio, este tipo de dinámicas se hallan ampliamente extendidas en el debate público y académico en torno al sexo y la raza. De hecho, el propio Kuran ya argumentó en una fecha tan temprana como el 1995, en el trabajo que acabamos de citar, que la falsificación de preferencias jugaba un papel importante en el apoyo público a las políticas de discriminación positiva en EEUU, y a nuestro juicio la situación ha empeorado en todo el mundo occidental en los años transcurridos desde entonces. Según Kuran, existían muchos colegas suyos en la misma universidad que eran indudablemente igualitaristas, pero que se mostraban privadamente contrarios a las políticas de discriminación positiva y que, sin embargo, no se atrevían a expresar públicamente estas opiniones, ni tan solo (o aún menos) dentro del aula. A día de hoy, en el ámbito académico cada vez son más preocupantes los casos de caza de brujas contra destacados académicos por expresar opiniones, e incluso por ofrecer datos, que discrepan de la postura aparentemente mayoritaria.

Por citar tan solo dos ejemplos sonados, en los últimos tiempos, de la mano de la denominada cancel culture, se han iniciado campañas contra académicos tan destacados como Steven Pinker o Richard Dawkins, dos de los máximos exponentes de la denominada psicología evolucionaria. En el caso de Pinker11 la acusación pretende que se le retire el honor de ser uno de los “distinguished fellows” de la prestigiosa Linguistic Society of America (LSA). La acusación en este caso se basa en las opiniones supuestamente racistas y sexistas expresadas por éste, por ejemplo, cuando retuiteó (mostrando apoyo) un artículo del economista Sendhil Mullainathan que muestra evidencia de que la tesis del movimiento Black Lives Matter (BLM) según la cual la policía dispara desproporcionadamente más contra los negros por el hecho de ser negros (hecho que indicaría la existencia de un supuesto “racismo sistémico” en EEUU) es pura y simplemente falsa cuando se examinan los datos. He aquí una de las características más recurrentes del nuevo oscurantismo woke o posmoderno que ya señalamos al principio: cuando alguien aporta datos que contradicen nuestra postura, no se discuten los datos, se ataca al emisor del mensaje tratando de enviarlo al ostracismo. El caso de Richard Dawkins es aún más reciente12. En este caso, la American Humanist Association (AHA) le ha retirado el premio al humanista del año (concedido en 1996). La condena sin derecho a defensa se produjo por haber publicado un tweet con el siguiente mensaje:

In 2015, Rachel Dolezal, a white chapter president of NAACP, was vilified for identifying as Black. Some men choose to identify as women, and some women choose to identify as men. You will be vilified if you deny that they literally are what they identify as. Discuss.

Es paradójico que la última palabra del tweet (discuss) animando a los discrepantes a abrir un debate racional sobre la cuestión cayese en saco roto, mientras el linchamiento público y el ostracismo se abrían paso.

A nuestro modo de ver, los ejemplos recientes de Pinker y Dawkins no son más que la punta del iceberg de un fenómeno mucho más profundo y preocupante. Si dos de los principales referentes de las modernas ciencias de la conducta, a los que probablemente poco importen los honores de la LSA o la AHA, son víctimas de este tipo de linchamientos, ¿qué aviso se está lanzando a los jóvenes académicos de nuestras propias universidades? ¿Cuántos opositores secretos del pensamiento único woke-posmoderno prefieren no expresar sus auténticas opiniones en el aula? Mejor no entrar en ese debate, mejor no poner ese ejemplo en clase… En el mismo sentido, la presión para la falsificación se extiende mucho más allá del ámbito académico y ha alcanzado de pleno el debate público, con ejemplos internacionales como las acusaciones de transfobia contra J.K. Rowling por haber criticado que se use la expresión “personas que menstrúan” para referirse a las mujeres, hasta multitud de casos a nivel local.

Los escenarios de ignorancia plural pueden desaparecer como tales por dos vías diferentes. En primer lugar, pueden colapsar de forma repentina y sorprendente. Esto es lo que sucedió en casos como la caída del Muro de Berlín, el estallido de las Primaveras Árabes, las revoluciones Rusa, Francesa o Iraní, y así un largo etcétera. Como argumentara Timur Kuran (1991: 46-47), la imprevisibilidad y la sorpresa son características inevitables en estos casos, que se derivan de la no lineariedad del fenómeno y de la imperfecta observabilidad (a su vez, parcialmente causada por la falsificación de preferencias) de la interdependencia entre las opiniones expresadas en público. No obstante, pese a su imprevisibilidad, estos estallidos pueden ser relativamente sencillos de explicar a posteriori. También en todos estos casos, el cambio súbito en la opinión pública se produce como consecencia de algún hecho que transmite cierta información que pone de manifiesto que, en palabras del propio Kuran, estamos viviendo una mentira. Por ejemplo, en el caso de la caída del Muro de Berlín, como es bien sabido, esta se desencadenó a partir de un anuncio impreciso del por aquel entonces portavoz del Politburo, Günter Schabowski, acerca de la obertura de la frontera. En el ejemplo paradigmático de colapso de una situación de ignorancia plural, el célebre cuento del traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen, es la afirmación de un niño el que revela la discrepancia existente entre las auténticas opiniones privadas y el consenso público.

Pero los escenarios de ignorancia plural pueden desaparecer también por otra vía, esto es, por la vía de la interiorización, a saber, los ciudadanos pueden acabar interiorizando privadamente las opiniones que expresan en público. Esto puede suceder a través de una pluralidad de mecanismos cognitivos, como la ya mencionada heurística de la prueba social, (Kuran, 1995) o motivacionales, principalmente un proceso de reducción de la disonancia cognitiva (Elster, 1996). En este segundo caso, la idea es que actuar de forma hipócrita y expresar en público una opinión diferente de la que albergamos en privado por miedo a las represalias (especialmente en nuestro contexto en que éstas -en principio- no son tan severas como podrían ser en una dictadura), lesiona la imagen que las personas tenemos de nosotras mismas, generándose un cierto malestar psicológico, disonancia cognitiva. Según la teoría, nuestra mente tratará de reducir dicho malestar haciendo que el sistema mental recupere el equilibrio. En este caso, la manera más sencilla de que esto suceda consiste en que nuestra creencia privada se aproxime a la que expresamos en público. Obviamente, las creencias y preferencias surgidas de procesos espurios de este tipo son claramente irracionales y suponen una amenaza evidente para la deliberación democrática basada en las mismas.

6. CONCLUSIONES: POR UN PENSAMIENTO REALMENTE CRÍTICO

En el marco del presente trabajo se han sostenido toda una serie de tesis interrelacionadas. Se ha tratado de argumentar que el escepticismo y el pensamiento crítico no gozan de especial buena salud ni en el mundo de la teoría social, ni en la sociedad en su conjunto, mientras que el oscurantismo campa a sus anchas en ambos contextos haciéndose pasar por “pensamiento crítico verdadero”. El fenómeno es complejo y, desde luego, no existen recetas mágicas que puedan solucionarlo de manera absoluta, aunque a nuestro modo de ver existe un amplio recorrido para una mejora substancial. Adicionalmente, las medidas que pueden aplicarse varían ampliamente de un ámbito y de un caso a otro. En el combate contra las pseudociencias, las pseudoterapias y demás formas de oscurantismo a nivel social, a nuestro modo de ver, las medidas a aplicar resultan obvias (y baratas) y solo es necesaria la determinación política para hacerlo. En este sentido, se podría prohibir la comercialización de cualquiera de estos productos o servicios en las farmacias, así como que se establezca cualquier relación entre las empresas que los producen y las universidades o centros de salud, o que se continúen comercializando como “medicamentos” o “tratamientos” en supuestas “clínicas”. De manera general, a nuestro juicio, en la medida de lo posible se debería impedir el lucro económico con cualquiera de este tipo de actividades.

Junto a las prohibiciones y medidas restrictivas es perentoria a nuestro modo de ver la necesidad de mejorar la formación en metodología científica que nuestros jóvenes reciben en las escuelas (y aquí el problema es gravísimo porque probablemente sería necesario mejorar previamente la formación del profesorado). No es necesario, obviamente, que adolescentes que estudiarán un módulo o que se inscribirán en la universidad a estudiar periodismo conozcan los detalles del análisis estadístico más sofisticado, pero en nuestra opinión cualquier ciudadano debería tener relativamente claro, entre otras cosas, qué cuenta como una prueba. A saber, que “a mí me funciona”, que “a mi cuñado le funciona”, o que “alguien muy sabio dice que funciona” no constituyen pruebas de que, por ejemplo, un “medicamento” homeopático funcione. Como es bien sabido, un tratamiento (o cualquier tipo de “terapia” en general) funciona cuando puede demostrarse que tiene un efecto significativamente diferente al del placebo, idealmente, en condiciones experimentales o, al menos, a partir de un análisis estadístico adecuado. Junto a una mínima formación en los fundamentos del método científico, sería necesario que el profesorado asumiera también la responsabilidad de someter sistemáticamente a sus alumnos al conjunto de argumentos y evidencias sobre los que se sostienen aquellas ideas que más les incomodan como medio para socavar la fortaleza de sus creencias y fomentar un sano escepticismo y espíritu crítico.

En segundo lugar, acabar con el bullshit y el oscurantismo en la teoría social constituye sin duda una tarea titánica y, probablemente, en buena medida imposible. No obstante, una vez más, la mejora de la formación metodológica y lógica de los estudiantes bien podría ayudar. Por otro lado, como ya se ha mencionado que señala Elster, iniciativas como la de Sokal pueden jugar un papel importante aquí. Más en positivo, movimientos como el de la denominada sociología (o teoría social) analítica (ver Noguera, 2006) deben jugar un papel fundamental en este punto.

En tercer y último lugar, el combate contra la cancel culture y la falsificación de preferencias del posmodernismo woke resulta, a nuestro modo de ver, el más perentorio tanto a nivel social como académico. En este caso, ahora mismo, a nuestro juicio, la única vía posible pasa por la defensa individual y colectiva de la libertad de expresión y de la libertad académica y por la expresión libre de las opiniones y hechos. Somos conscientes de que estamos exigiendo una conducta técnicamente irracional, la cooperación voluntaria (asumiendo costes potencialmente importantes) en un dilema de acción colectiva, pero muchos, desde grandes nombres como Dawkins o Pinker, hasta personas anónimas lo están haciendo. Este pequeño ensayo pretende ser, al fin y al cabo, una modestísima contribución en esa dirección.

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1 Este trabajo se ha beneficiado de la concesión de un proyecto de I+D+i del Ministerio de Ciencia e Innovación (MICINN), con referencia PID2019-107589GB-I00.

2 Filiación: Departamento de Sociología. Universitat Autònoma de Barcelona

Dirección Postal: Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Edificio B. Campus de la UAB. 08193 Bellaterra, Cerdanyola del Vallès (Barcelona).

Correo electrónico: jordi.tena@uab.cat

3 Filiación: Departamento de Sociología y Ciencias de la Comunicación. Universidade da Coruña.

Dirección Postal: Facultad de Sociología. Campus de Elviña, 15071, A Coruña.

Correo electrónico: f.leon@udc.es

4 Como se verá, la revisión y discusión de ejemplos es breve y en modo alguno pretende ser sistemática. Pueden encontrarse discusiones muy detalladas y muchísimos otros ejemplos paradigmáticos de bullshit en teoría social en los citados Cohen (2002), Frankfurt (2005) y París et al. (2006). De este último trabajo, de hecho, se han extraído algunos de los ejemplos mencionados.

5 Ver Sokal y Bricmont (1998).

6 Sobre pseudomedicinas en la universidad, puede consultarse el excelente blog de Fernando Frías “La lista de la vergüenza”: https://listadelaverguenza.naukas.com/ [última consulta 22/06/2021].

7 Estaríamos aquí, como argumenta Boudon (2006), ante un caso de personas racionales que albergan creencias falsas por buenas razones.

8 En el caso de la defensa del medio ambiente la tesis es más discutible y es cierto que los científicos acostumbran a contradecir las tesis del ecologismo mainstream (Mulet, 2021).

9 Véase Mulet (2021) para una discusión detallada.

10 Todas estas estadísticas han sido obtenidas de https://www.universidades.gob.es/ [última consulta 01/09/2021].

11 Ver https://reason.com/2020/07/10/steven-pinker-beats-cancel-culture-attack/ [última consulta: 21/06/2021].

12 Ver https://reason.com/2021/04/26/by-canceling-richard-dawkins-the-american-humanist-association-has-betrayed-its-values/ [última consulta 21/06/2021].