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Han, B-Ch. (2022). Capitalismo y pulsión de muerte. Barcelona: Herder

Julio Llop Tordera1

Capitalismo y pulsión de muerte es la última obra publicada de Byung-Chul Han. Se trata de un compendio de catorce artículos a los que se añaden dos conversaciones con el filósofo. Constituye este libro una síntesis del pensamiento de Han, particularmente en lo que al sistema económico se refiere, lo que permitirá a sus asiduos lectores disponer de un compendio de sus principales propuestas filosóficas y a quienes no han tenido la oportunidad de leerle, de comenzar a familiarizarse con el pensamiento de uno de los filósofos contemporáneos más relevantes.

En el primer capítulo, tomando la metáfora freudiana de la pulsión de muerte, Han sostiene que esa agresividad destructiva basada en la finitud de la existencia a la que se refería el psicoanalista austriaco se canaliza hoy por medio del orden económico capitalista hacia el crecimiento. Así, la explotación no proviene ya de elementos externos al propio individuo, pues el orden capitalista ha logrado que el ser humano se violente a sí mismo, que se autoexplote y que en muchos casos sucumba al cansancio infinito (burnout) como ya señalara el autor en La sociedad del cansancio.

El hombre pone, por tanto, todo su empeño en la eficiencia como medio para conseguir capital, convertido hoy en vía de escape de la propia muerte, en elemento de acumulación que hace que la propia vida acabe siendo mortal, pues se subordina la existencia al rendimiento, la competencia y la acumulación. Como señala Han, el capital muerto destruye el mundo viviente y la única forma de vivir realmente es recuperar la conciencia de la muerte. En este sentido, la histeria por la salud es la manifestación biopolítica del propio capital (p.22) y la vida pasa por la afirmación de la muerte como realidad inexorable e inescindible de la existencia.

En los tres siguientes capítulos la reflexión del filósofo gira en torno al control que se ejerce en nuestros tiempos sobre el ciudadano. Sostiene Han que el mayor de los méritos del capitalismo es haber logrado seducir. De esta forma, el hombre no tiene conciencia de explotación, sino que paradójicamente se siente más libre que nunca, pues no percibe que su situación provenga de condicionamientos externos. La libertad misma resulta ser un instrumento de control. Así, tradicionalmente se ha distinguido entre los poderes que instauran un sistema y los poderes que lo mantienen. No existe hoy una identificación de la proveniencia de la opresión para el mantenimiento del sistema, no existe un enemigo común contra el que alzarse, lo que lleva a la problematización de uno mismo en lugar de a la problematización de la sociedad e imposibilita cualquier tipo de revolución. La agresión hacia afuera que daría lugar a una revolución da lugar a una autoagresión (p.35).

En este orden de cosas, no existe ya ningún ámbito de la vida que se sustraiga al aprovechamiento comercial y buena prueba de ello son los datos personales. Se identifica la libertad con la transparencia y es el propio sujeto el que libremente cede sus datos a cambio de las múltiples prestaciones que ofrecen las tecnologías. Se realiza una exposición voluntaria a las redes, que nos analizan por completo. Todo ello hace que el control que se puede ejercer sobre los usuarios sea total. Es posible recabar grandes cantidades de información que otorgan a las empresas de tratamiento masivo de datos un poder sin precedentes sobre los usuarios hasta el punto de que resulta posible influir sobre ellos sin que lo perciban. Parece previsible, además, que esta exposición aumente aún más si cabe, como consecuencia de la implantación del internet de las cosas. Por tanto, la tecnología, seduciéndonos con sus múltiples prestaciones y con la exaltación de la libertad ha logrado una eficacia muchísimo mayor que cualquier tipo de vigilancia que haya tratado de actuar en contra de la libertad. Han concluye -haciendo alusión a la construcción de Bentham- que vivimos en un auténtico panóptico digital.

En relación con lo anterior, el filósofo reflexiona más adelante sobre la transparencia, que se caracteriza por constituir un imperativo sistemático que abarca todos los procesos sociales, económicos y políticos, sometiéndolos a una profunda transformación (p. 55). La transparencia, además, elimina lo divergente y acaba con la confianza. Los valores sociales pierden su importancia en el mundo de lo transparente. Pero esta transparencia no arroja luz, sino que deslumbra, lejos de aclarar, enturbia y aboca a un control total que hoy se identifica con la libertad, pues se ha creado la necesidad de autoexposición. Se da la paradoja de que se cree más libre quien más se expone y este es, a su vez el más controlado. Esta exposición sin precedentes ha convertido a los datos en una religión. Unos datos que, a su vez, carecen de un propósito concreto, lo que hace que el dataísmo y el nihilismo sean dos caras de una misma moneda (p.67), pues los datos vienen a rellenar el vacío de sentido.

Más adelante el autor planteará el problema de la soledad, señalando que el capitalismo ha logrado que la autorreferencia narcisista de la producción elimine la percepción de la alteridad, lo que hace que el hombre se ahogue en sí mismo, pues se percibe el mundo como una modalidad del yo. Ello ha dado lugar al auge de los trastornos psicológicos, muchos de ellos fundados en la soledad o en la sensación de inutilidad, pues rechaza el conflicto y solo se admiten dos estadios: funcionar o fracasar, dejando de lado el crecimiento y la maduración que traen consigo los conflictos.

Lo anterior es consecuencia de la concepción del hombre como mercancía. Buena prueba de ello es para Han el cambio que se ha producido en la función de las fotografías, que han pasado de ser elementos de culto que mantienen viva la memoria de los seres queridos o que evocan determinados recuerdos a convertirse en medios de exaltación del propio ego, donde el entorno se convierte en el decorado del yo.

También se aborda en la obra el problema de los refugiados. Byung-Chul Han sostiene que a lo largo de la historia reciente el interés occidental ha generado situaciones de pobreza y desigualdad en numerosas partes del mundo (colonización, apoyo a tiranos para mantener intereses, extracción de materias primas…). Se trataría de una asimetría constitutiva del capitalismo global, siendo la violencia y la injusticia inmanentes al sistema, pues el bienestar global contradice la lógica del capital (p.82). Frente a ello el filósofo proponer recuperar la razón y fomentar la hospitalidad que no es provecho económico (acogida para combatir envejecimiento o captar mano de obra), sino verdadera solidaridad, basada precisamente en la razón y no en el entendimiento o el sentimiento. La lógica de la solidaridad se opone a la lógica del capital que ha convertido a la Unión Europea en un constructo eminentemente económico donde se impone la hegemonía del capital. La hospitalidad lleva a romper con la homogeneidad, pues la globalización elimina violentamente todas las diferencias regionales para acelerar la circulación de capital y comunicación (p.103) y hace que se repudie lo extraño.

En los dos últimos capítulos Han aborda el tema del tiempo y de la belleza. El capitalismo ha creado un sentido del tiempo basado en la eficacia, que ha llevado a eliminar todo aquello que no tiene esta como objeto. Ante esto, el autor propone una revolución temporal basada esencialmente en dos puntos: la recuperación del sentido y la donación de tiempo. El primero de ellos otorga duración a las cosas y la donación, por su parte, contribuye a la creación de comunidad, frente a las exigencias del principio liberal de rendimiento que propone aislamiento y competitividad feroz. En cuanto a la belleza, el filósofo se centra en la necesidad de recuperación del erotismo, que es revestimiento, distracción y vista y que se opone al tacto y al desvelamiento sin componendas y que no agota el significado.

Por último, en el libro se recogen dos conversaciones con el filósofo, en las que se pueden conocer tanto aspectos de su vida personal como sus ideas, permitiendo al lector encuadrar el pensamiento del autor en su trayectoria personal y aproximarse a sus reflexiones de un modo dialogado. En la primera de las conversaciones, titulada El eros vence a la depresión conversa con Ronald Dücker y Wolfram Eilenberger y en la segunda Al capitalismo no le gusta el silencio con Thomas Ostermeier y Florian Borchmeyer.

Se trata este, en suma, de un libro que permite conocer las principales líneas del pensamiento de Byung-Chul Han y en particular sus consideraciones acerca del sistema capitalista, que ha dejado de ser un sistema exclusivamente económico, pasando a impregnar todos los aspectos de la vida y trayendo consigo consecuencias devastadoras en lo ecológico, lo social, lo mental y lo artístico.

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1 Becario de colaboración en el Departamento de Filosofía del Derecho y Política. Universitat de València.

lloptor@alumni.uv.es