SCIO: Revista de Filosofía

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Conill, J. (2019). Intimidad corporal y persona humana. Madrid: Tecnos.

Victoria Tenreiroa


a Facultad de Magisterio y Ciencias de la Educación. Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir.

E-mail: victoria.tenreiro@ucv.es

 

El libro que Conill nos presenta reúne varios artículos académicos. En su conjunto, articulan los ejes fundamentales de la obra del autor en torno a la necesidad de seguir construyendo una alternativa filosófica ante la aparente omnipotencia de los nuevos conocimientos neurocientíficos.

Intimidad corporal y persona humana resulta una invitación a seguir pensando, a profundizar en la crítica sobre el modo como son presentadas las conquistas neurocientíficas, donde fenómenos como la naturalización de carácter cientificista nos hacen olvidar que los propios resultados de las investigaciones son productos hermenéuticos. Se presenta el caso, por ejemplo, de las neuroimágenes, que se proyectan como resultados sin más, dejando de lado que las imágenes son interpretadas, y que tales interpretaciones están cargadas de valores y determinadas culturalmente. Situaciones como esta se convierten en acicate para que el autor proponga una biohermenéutica de la naturaleza humana, donde “…hay que comprender unificadamente lo biológico y su significación, que necesariamente ha de interpretarse, dando como resultado un concepto interpretativo (ni objetivo ni subjetivo)” (24). De esta manera, Conill nos sitúa en la hermenéutica como enfoque que permite revisar y resituar el alcance de las neurociencias.

Sin embargo, y como ya nos tiene acostumbrados a sus lectores, Conill no nos presenta un nuevo concepto sin más, sino que siguiendo el hilo hermenéutico crítico de su trabajo1, nos hace explícita la trama en la que este nuevo concepto adquiere sentido. Dicho de otra manera, una biohermenéutica de la naturaleza humana implica, a su vez, un modo de entender la razón y un modo de acceder a la realidad humana. Y es desde esa imbricación desde donde el nuevo concepto va mostrando su relevancia.

Y sobre todo por esto último, el libro de Conill se convierte en invitación a hacer filosofía. Porque nos hace ver a sus lectores que no hay forma de plantear filosóficamente la transformación de un concepto sin esclarecer, a su vez, el movimiento que genera a su alrededor, tanto en otros conceptos que pudieran entenderse como derivados, como en aquellos que están en sus bases, implicados como su fundamento.

Entre los capítulos I y VI se nos conduce hacia la comprensión de la biohermenéutica, partiendo de la noción de intimidad corporal, siguiendo el impacto de Nietzsche en autores españoles como Ortega, Zubiri o Laín. Del capítulo VII al IX se muestra la fecundidad y el carácter innovador del pensamiento de estos autores en relación con el problema del posible reduccionismo de la neurofilosofía. Y para terminar, como lectora diría que los últimos capítulos ofrecen una muestra de los temas y problemas que se pueden abordar en el marco de las referencias previamente presentadas.

Para Conill, un autor como Zubiri permitiría desarrollar una neurofilosofía que, por un lado, estuviera atenta al método filosófico puesto en marcha en cada investigación, y por otro, que hiciera posible una relación filosofía-ciencia sin que una sustituyera a la otra. En ese sentido, Zubiri se muestra como un ejemplo de neurofilosofía que mantiene tanto el rigor de la ciencia como el de la filosofía, planteando una relación de aportación mutua.

Del mismo modo, el autor recuerda cómo dentro del pensamiento de Ortega es la experiencia vital, regida por el hilo conductor del cuerpo, una de las claves para entender su raciovitalismo y la noción corporal de sujeto, bebiendo de la inmensa riqueza de la corporalidad nietzscheana.

Un autor como Laín también se presenta como filósofo que se mueve en el orden de la realidad. El acontecer histórico, las posibilidades y la existencia humana se comprenden en un orden real y no meramente modal. Su analítica de la existencia conduce a identificar el temple de la espera (esperanza y desesperanza) como el hábito humano de ser en el tiempo, parte de la naturaleza primera del hombre. “En cuanto ser viviente, el hombre no puede no esperar, de ahí que la espera sea un modo de ser radical” (248). Como Zubiri y Ortega, Laín emerge como un autor que responde a ese tan necesario intento por hacer justicia a la vida humana en su totalidad, compatibilizando las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu o la cultura.

Adicionalmente, el texto de Conill evoca la idea del ser humano como un ser que pudiéramos identificar como imperfectamente racional. No somos seres racionales sin más, sino seres cuya razón, en su condición vital (Ortega) o sentiente (Zubiri), se despliega como parte de una trama en la que al menos dos aspectos constituyen el tejido que la hace razón humana: el aspecto experiencial y el aspecto trascendental.

Del mismo modo, la previa y fecunda noción del autor al referirse al hombre como animal fantástico2 halla en el presente libro una forma de continuidad. El hombre se entiende como creador y no solo reproductor, que tiene la capacidad de hacer mundo y en ese sentido ser artífice del futuro; pero al mismo tiempo está radicado en una realidad que significa un poder sobre él, y ante el cual le corresponde estar atento. Se muestra la vida humana como presencia de la persona radicada en la realidad que le es ineludible, pero de la que también

tiene que hacerse cargo; religación personal a la realidad que permite a Conill explicar la experiencia religiosa en su sentido más originario, donde el hombre siente y reconoce que hay realidades que pueden más que él y con las que hay que contar. La persona se ve impelida a contar con lo que está más allá del propio poder en su sentido moral, reconociendo entonces la dimensión religiosa de la vida humana, que es condición posibilitadora del arraigo vital.

Como es posible comprenderlo al final del texto, en el libro se consolida la riqueza que representa esa filosofía española que desde el siglo pasado se ha ido extendiendo muy fecundamente incluso por Latinoamérica, y que tiene sus raíces en pensadores como Ortega, Zubiri o Laín, entre otros también mencionados por el autor. La tradición española se ofrece como oferta alternativa ante el reduccionismo neurocientífico, y el libro de Conill se convierte en un referente ineludible para comprender el modo en que es posible seguir pensando filosóficamente los problemas actuales dentro del marco de esa tradición.

Notas

1 Conill, J. (2006). Etica hermenéutica. Crítica desde la facticidad. Madrid: Tecnos.

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2 Conill, J. (1991). El enigma del animal fantástico. Madrid: Tecnos.

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